![Jorge Javier Vázquez en 'Cuentos Chinos'](https://imagenes.20minutos.es/files/image_640_360/uploads/imagenes/2023/09/12/jorge-javier-vazquez-en-cuentos-chinos.png)
Regresar allá donde fuiste feliz siempre es tarea complicada. Porque ya no eres el mismo. Entonces, quizá sólo hay una salida inteligente: aprender de aquello que te hizo crecer, pero sin intentar repetir lo que ya no eres. Ni serás. Así parece haber irrumpido Cuentos Chinos en la programación de Telecinco: regresando a aquella televisión artesanal que no quería parecerse a nadie y que nos ayudó a querer tanto a la televisión. Aunque, al principio, no todos la entendieran: porque era diferente.
En unos canales en los que todos los platós parecen la misma nave espacial de pantallas de leds, Cuentos Chinos propone una amplia escenografía que nos traslada a un universo único. Un viaje a la fantasía televisiva que se coció en China para mirar con cierta perspectiva la intensidad española. La estética, el grafismo e incluso la forma de presentar a los invitados con cartelones entre el público son un soplo de luz, alegría e ingenio que sirve de revulsivo en la homogeneizada tele actual. A veces, ya se sabe, lo revolucionario de hoy es volver a tiempos de ingenuidades más despreocupadas. Esa tele que nos reunía en mundos imaginarios sin salir de casa. Aquella tele en la que la creatividad en cartón piedra nos hacía romper con los avatares de la monotonía.
Pero los planetas imaginarios solamente funcionan en el prime time del directo televisivo si tocan con las dos manos la realidad. No basta un gran e icónico decorado plagado de luces de colores. Las personas ponen la emoción. Y Cuentos Chinos, sobre todo, supone el retorno de Jorge Javier Vázquez a un Telecinco que debe avanzar pero que tampoco puede perder la esencia con la que brilló. Como todos.
La espontaneidad de Jorge Javier representa al Telecinco que conectó con la audiencia masiva. Porque no es parte del decorado, como diría María Teresa Campos. Por muy bonito que sea el decorado. Porque no quiere ser perfecto. Ni falta que le hace. Así Vázquez sale a jugar con una incontrolable libertad con el superpoder de reírse de sí mismo. Incluso de permitirse entender las imperfecciones que no siempre se comprenden. Una libertad que hasta puede incomodar, por su 'imprevisibilidad' que habla al espectador sin demasiados eufemismos. Hasta ha habido pullas sobre el aburrimiento de la televisión de este verano, que confundió ser fina con soporífera.
En Cuentos Chinos ni son finos ni son ideales. Hasta son irreverentes y caóticos. Los nervios remueven. Las primeras veces son confusas, arrítmicas. Aunque objetivamente la vuelta de Vázquez atesora el alma de la madurez contracorriente que, con margen de tiempo y constancia, puede encontrar a aquellos que se hallan huérfanos frente a los canales generalistas. Tele sin colaboradores, pero con cuentistas dispuestos a compartir (hipnótica la rápida corrosión verbal de Susi Caramelo con Jorge Javier Vázquez). Un retorno a la emoción de esos programas que tienen algo especial. Porque sabes como empiezan y, a la vez, también sabes que no puedes pronosticar cómo acabarán.
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