![Recrean el beso de Luis Rubiales a Jennifer Hermoso en las fiestas de Puerto de Vega, Asturias.](https://imagenes.20minutos.es/files/image_640_360/uploads/imagenes/2023/09/10/recrean-el-beso-de-luis-rubiales-a-jennifer-hermoso-en-las-fiestas-de-puerto-de-vega-asturias.jpeg)
Decía Woody Allen que la comedia es la tragedia más el tiempo. En el pueblo vallisoletano de Villanubla, los miembros de una peña se han disfrazado de selección femenina de fútbol acompañada de un imitador del ya expresidente Rubiales para celebrar las fiestas patronales. Ha pasado lo mismo en el pueblo asturiano de Puerto de Vega también con motivo de las fiestas. No les falta de nada. En ambos casos, el personaje que va vestido de Rubiales, con una calva impoluta, interpreta su papel con gracia y dispone de un amplio repertorio de frases y acciones para parodiar.
En este caso, la tragedia se ha prolongado bastante tiempo para lo que estamos acostumbrados, pero ya se ha convertido en comedia y parece que esta es la forma que tenemos en algunas sociedades de digerir según qué cosas. La velocidad de la llegada de la comedia a nuestras vidas podría medirse dividiendo el espacio por el tiempo. En este caso sería el espacio que ha ocupado en nuestros programas informativos el asunto y el tiempo que ha tardado en llegar una broma que convierte definitivamente todo en sainete.
La ministra Irene Montero llamaba al Código Penal de 1995 en un sofisma escandaloso “el código penal de la manada”. Resulta que ahora uno de los miembros de aquel indeseable grupo de individuos se ha beneficiado por la reforma del mismo código que la ministra comandó, promovió e impuso. Le avisaron, hubo informes -se ha dicho ya mil veces-, pero no hizo caso. Y pasó lo que pasó. Es un error dramático, de una gravedad insólita en nuestro país y ante el que la ministra sigue culpando a los jueces.
Al mirar en el espejo deformado del humor, podemos darnos cuenta de qué asuntos son realmente importantes y cuáles no lo son tanto.
Culpar el poder judicial parece la única solución, como si el error legislativo no fuera tan grande y evidente como encontrar un elefante en el cuarto de baño. No hay humor que arregle esto, no hay sociedad que convierta este desastre en comedia y, quizá, al mirar en el espejo deformado del humor, podemos darnos cuenta de qué asuntos son realmente importantes y cuáles no lo son tanto.
La ley de Irene Montero podría llamarse “la ley de la manada” con más justicia y sentido que el Código Penal de 1995, pero no la llamaremos así porque tenemos sentido común y algo más de vergüenza. Seguiremos escuchando la expresión “jueces machistas” y otras afirmaciones peores mientras esperamos a que el tiempo, la inercia y el desgaste político -si es que eso existe ya- se lleven de una vez a este desagradable grupo de gente poco formada, ignorante y, por lo tanto, atrevida, que solo ha aportado discordia, ruido y confrontación a nuestra sociedad.
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