Janet, superviviente de trata: "La vida en un club es matadora. No veía cómo salir"

Imagen de archivo de unas mujeres ejerciendo la prostitución en España.
Imagen de archivo de unas mujeres ejerciendo la prostitución en España.
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Imagen de archivo de unas mujeres ejerciendo la prostitución en España.

Janet (nombre ficticio) es superviviente de trata con fines de explotación sexual. En el relato de su vida hay miedo, violencia, amenazas y coacciones, pero no solo eso: tras años de oscuridad, reunió la fuerza para denunciar la agresión sexual de un proxeneta, recibió ayuda y hoy da la mano a otras víctimas tan desamparadas como ella.

Angustiada por la necesidad urgente de reunirse en Barcelona con su hija embarazada y enferma, en 2018 llegó a España procedente de Colombia con la ayuda aparentemente desinteresada de una vieja conocida que terminó obligándola a prostituirse. Comenzó entonces un camino de explotación por distintos clubes y pisos.

"La vida en estos clubes es terrible, es humillante, es matadora. Me empecé a meter como en un hueco, no veía cómo salir", cuenta Janet.  Cuando pudo dar el paso de denunciar, tras haber sufrido una agresión sexual del proxeneta del piso en el que vivía, ni siquiera era consciente de que había sido víctima de trata: "Era como si me sintiera culpable, pensaba que me lo merecía todo porque era una puta".

Su historia está llena de dolor, pero tiene final feliz, no así la de otras muchas mujeres explotadas sexualmente. Por eso, con motivo del Día Internacional contra la Explotación Sexual y la Trata de Mujeres, Niñas y Niños, esta superviviente alza su voz para concienciar a la sociedad de una realidad terrible y dar esperanza a otras víctimas.

Janet fue captada en Colombia, aunque ella no lo supo hasta años después. Cuando tuvo que viajar a España para juntarse con su hija, embarazada de alto riesgo, una antigua conocida contactó con ella a través de Facebook, entró en su vida, se ofreció a prestarle el dinero para el billete y, una vez aquí, a ayudarla a encontrar trabajo.

Ya en España junto a su hija y su nieta (que había nacido prematura), pero en situación de precariedad, esta mujer la convenció de que trabajara para ella como encargada de abrir la puerta y cobrar en un piso donde había "chicas" en situación de prostitución. Poco después, le dijo que tenía que prostituirse.

Se negó y empezaron las presiones. "Le digo que no, que nunca he hecho esto, que es una locura. Me pongo a llorar y me dice que cómo voy a pagar el alquiler y comprar medicamentos para la bebé si no tenía documentación", recuerda.

"Fue tanta la presión que empecé a trabajar en el piso, y un día me dice que estoy muy endeudada con ella y que me va a empezar a descontar mensualmente. Me quedaban como 50 euros para vivir (...) Todo el tiempo me decía que era una desagradecida, que tenía que abrir los ojos en vez de llorar tanto", continúa.

A pesar de que la explotadora le impedía hablar con sus compañeras (decía que "las putas no eran personas"), dos de ellas la ayudaron a escapar y le recomendaron trabajar a un club. "Era el único medio que tenía para sostenerme con mis niñas", afirma Janet. Estuvo unos meses en ese club.

Tiempo después, de nuevo en otro piso, el "dueño" la agredió sexualmente y comenzó a hostigarla. "Tenía mucho miedo, sentía que no podía hacer nada porque estaba indocumentada. Pero una amiga me dijo que podía denunciar y llamó a la policía", precisa.

A los dos días denunció con la asistencia de Cruz Blanca y la promesa policial de recibir protección. Fue entonces cuando los agentes le dijeron que había sido víctima de trata y la acreditaron como tal.

Volvió a Barcelona con su hija y su nieta. El reinicio resultó duro, sin embargo. "No quería salir, ni ver a nadie, me daba vergüenza ver a mi hija", incide.

En ese estado de shock, deseando morir, encontró entre sus pertenencias una tarjeta de Médicos del Mundo y fue a pedir ayuda. Se la prestaron y la ayudaron a formarse y a recuperarse. También encontró la mano tendida de la Unidad Municipal contra la Trata de Seres Humanos de Barcelona.

Empezó a sentir la necesidad de ayudar a otras víctimas de la misma manera en que la habían ayudado a ella. Y a eso se dedica.

"Cada día siento más alegría de poder ayudarlas. Me dan las gracias y me dicen que soy como una mamá. He logrado crear un vínculo muy fuerte con ellas, han sido mi apoyo y salvación. No estoy orgullosa de lo que me ha pasado, ha habido momentos difíciles y muy tristes, pero si no hubiera tenido estas experiencias no podría estar haciendo esto", reflexiona. 

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