Ciencia

Cuando el coche eléctrico no es la solución

Recarga de un vehículo eléctrico
FRIMU EUGEN

Con ocasión del debate de investidura en el Congreso de los Diputados, se publica en un diario digital que solo dos parlamentarios de los 350 tienen un coche eléctrico, estando estos dos repartidos (obviamente, a partes iguales) entre PP y PSOE. Más allá del interés del dato, que lo tiene, pero antes de que este se utilice para sacar a paseo la demagogia (tarde; ya se ha hecho, al menos en una emisora de radio), es una ocasión propicia para hacer alguna aclaración al respecto.

Vaya por delante que no hay ninguna duda de que un vehículo eléctrico es una opción que ahorra emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) con respecto a otro convencional de combustible, y por lo tanto es más respetuoso con el medio ambiente, y su impacto en el cambio climático es menor.

Largamente, y aún hoy, partes interesadas han intentado negar este hecho: durante décadas las petroleras ocultaron sus propias investigaciones que mostraban el efecto nocivo de sus combustibles sobre el clima, y más recientemente no han faltado quienes alegan que el vehículo eléctrico simplemente traslada las emisiones del tubo de escape a la central de energía, por lo que no hay ganancia. Y si bien es cierto que todavía más del 80% del consumo de energía global procede de combustibles fósiles, y que en ciertos casos una mayor demanda de energía debida a la recarga de los coches eléctricos podría obligar a quemar más gas, estos argumentos no son válidos en países como el nuestro, donde las energías renovables ya suman en torno al 50% de la electricidad generada.

Una idea suficientemente aceptada es que un vehículo eléctrico es tan verde como lo es la electricidad que consume

Así que, cuando se dice que el vehículo eléctrico es la opción medioambientalmente preferible, en España y otros países desarrollados esto no es una opinión, sino un hecho refrendado por múltiples datos y fuentes. Una idea suficientemente aceptada es que un vehículo eléctrico es tan verde como lo es la electricidad que consume. Y por ello, no pocos expertos defienden que las ventajas de los coches eléctricos no acaban en los propios vehículos, sino que se extienden al impulso que proporcionarán a la transición energética; el coche eléctrico será también la zanahoria que arrastrará al burro de la generación de energía.

Fabricación y reciclaje, los puntos débiles

Pero más allá de esto, entran los matices. No es menos cierto que hay dos capítulos en los que un coche eléctrico es más contaminante que otro convencional: la fabricación (principalmente de las baterías, incluyendo la extracción de materias primas) y la gestión de los residuos al final de su vida útil. También los enemigos del coche eléctrico (o más bien, amigos del petróleo) esgrimen repetidamente este argumento. Podemos quedarnos con el dato de que un coche eléctrico emite en torno a un 30% más tanto en la fabricación como en el reciclaje, aunque las estimaciones varían según el modo de calcular las emisiones.

La clave está en que el coche eléctrico siempre es más ventajoso si se considera todo su ciclo de vida. Es decir, las emisiones de más debidas a la fabricación y el reciclaje se compensan a lo largo del uso con las que se ahorran del combustible, tanto en su producción como en su combustión en el propio coche. Aquí también hay un amplio menú de estimaciones diferentes, pero en una horquilla amplia suele decirse que el vehículo eléctrico compensa sus emisiones con entre 2 y 6 años de uso respecto a uno de combustible. Y cuando se considera la vida útil completa del coche, el eléctrico ha emitido en total entre un 40 y un 80% menos que uno de combustible.

No se trata solo de utilizar un coche eléctrico, sino de agotar su vida útil

Lo cual tiene una implicación interesante: no se trata solo de utilizar un coche eléctrico, sino de agotar su vida útil. Quien se compra un vehículo eléctrico y lo cambia a los dos años en realidad no está haciendo mucho por el medio ambiente.

En este sentido, hay un viejo debate: ¿qué es preferible en términos de emisiones, agotar la vida útil de mi viejo coche de combustible o cambiar cuanto antes a uno eléctrico? No parece haber una respuesta única, sino que puede depender de factores como la edad del coche —los más recientes son más eficientes— o el uso que se hace de él —más o menos kilómetros—. Un estudio en Japón concluía que si se extiende el uso de un coche un 10% más de tiempo se ahorra un 1% de emisiones, por los que no ha sido necesario fabricar. Un cálculo (no estudio) sugiere que sería preferible esperar si al coche actual le quedan menos de 80.000 km de vida. Según otro cálculo (tampoco estudio), un coche eficiente actual que ruede menos de 24.000 km al año debería estirarse hasta los 10 años. En el otro lado de la mesa de debate, investigadores noruegos cuestionaban los resultados del estudio japonés, alegando que los conductores europeos, a diferencia de los japoneses, dan más tiempo de vida a sus coches.

Así que, aunque la transición de la situación actual al coche eléctrico merezca todo el apoyo, si a alguien se le ocurre presumir de verde por conducir un eléctrico habría que hacerle dos preguntas: primero, cuántos años utilizó su coche anterior; y, sobre todo, cuántos piensa utilizar el nuevo. Del mismo modo, a quien aún no haya hecho esta transición, antes de afearle su poco respeto medioambiental habría que preguntarle cuántos años tiene su coche.

Esencial, pero no suficiente

Claro que probablemente este no será un argumento muy popular entre los fabricantes de automóviles, que ahora nos presentan sus flamantes modelos eléctricos con todo tipo de vestiduras ecológicas; como tampoco lo será la propuesta del estudio japonés: “Para conseguir una gran reducción en las emisiones del ciclo de vida, los diseñadores de coches deberían centrarse en maneras de alargar el tiempo de vida de los vehículos”. Y no digamos ya la que, según los expertos y en esto no hay discrepancias, es realmente la medida ideal deseada:

Prescindir del coche.

De lo anterior ha quedado claro que los vehículos eléctricos son menos contaminantes, pero que no son neutros en carbono. Un estudio (este sí) muy citado estimaba que cambiar un vehículo viejo de combustible por otro más eficiente puede reducir las emisiones en 1,19 toneladas de CO2 equivalente (tCO2e) al año. Pero prescindir por completo del coche ahorra 2,4 tCO2e al año, e incluso ahorra 1,15 tCO2e si el coche del que se prescinde es eléctrico.

Así pues, y esto no se oirá mucho en ciertos foros, “cambiar al coche eléctrico es esencial, pero no es suficiente”, según Greenpeace. O, como titulaba en Medium el redactor de tecnología Attila Vágó, “los coches eléctricos no son la solución, son el comienzo del próximo problema”.

Y por cierto, si no me ha fallado la cuenta, 84 de los 350 diputados declaran no tener coche, según la lista de declaraciones de bienes publicada en el propio artículo citado al comienzo. Pero, por lo que sea, parece que esto no interesaba contarlo.

Periodista, escritor, biólogo y doctor en Bioquímica y Biología Molecular

Soy periodista, biólogo y doctor en Bioquímica y Biología Molecular. Antes de dedicarme al periodismo, en los años 90 trabajé en investigación en el Centro Nacional de Biotecnología y publiqué 19 estudios científicos y revisiones. Como periodista de ciencia, fui jefe de sección de Ciencias del diario Público, y entre mis colaboraciones figuran medios como El País/Materia, El Huffington Post, ABC, Efe o BBVA OpenMind, entre otros. En mis ratos libres también intento viajar y escribir sobre viajes. He publicado tres novelas: 'El señor de las llanuras' (Plaza & Janés, 2009), 'Si nunca llego a despertar' (Plaza & Janés, 2011) y 'Tulipanes de Marte' (Plaza & Janés, 2014).

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