Esto no es un patio de colegio, espetó Armengol en la sesión de investidura de Feijóo. Señora presidenta, un respeto a esos recreos donde juegan los escolares de una forma bastante más respetuosa que la demostrada por algunos diputados en el Congreso.

Pese a que a estas alturas de la vida a una ya no le sorprende casi nada, lo presenciado en estos días en la Cámara Baja lo ha conseguido. En 17 sesiones de investidura, esta ha sido la menos gratificante de todas, no solo por el desaire de Sánchez al candidato que ganó las elecciones, que también, sino por la escasa talla de algunas de las intervenciones. La medalla de oro se la ha llevado Óscar Puente, cuyas formas pasarán a los anales de la historia.

Si se buscaba dar un golpe de efecto para desviar el foco de atención sobre la amnistía y la autodeterminación, se ha conseguido aunque sea por unas pocas horas y a un alto precio. La pregunta es: ¿ha merecido la pena? Sin duda, no. Si por el contrario, se perseguía poner frente al espejo a Feijóo, se ha logrado, pero en sentido contrario al pretendido. Se ha contrapuesto a un candidato, que acertado o no en sus exposiciones, al menos las ha planteado con respeto, frente a otro, que aunque en alguna aseveración haya podido tener razón, la perdió totalmente al salir como un miura de los toriles.

Los españoles que pagamos a sus señorías un sueldo generoso se merecen más consideración que la presenciada. Puente se ha llevado la palma, pero, dicho esto, los gritos de cobarde a Sánchez por parte de algunos diputados también han dejado mucho que desear. Mantener la compostura en una cámara que es la representación del pueblo es vital. Y lo acaecido estos días no debería volver a ocurrir.