Mario Garcés Jurista y escritor
OPINIÓN

El error actual de Peter Pan

Recurso de persona sosteniendo un smartphone entre sus manos
Una persona consulta su smartphone
EP
Recurso de persona sosteniendo un smartphone entre sus manos

Hace un tiempo no muy lejano, quizá hace cuarenta años, los niños querían parecerse a sus padres. Cuatro décadas después, los padres quieren parecerse a sus hijos. Basta asomarse a una red social para ver cómo los adultos impostan imágenes con filtros para abatir el paso del tiempo, diletantes de Dorian Gray. Ramón Gómez de la Serna versaba en una de sus greguerías: "¡Qué tragedia! Envejecían sus manos y no envejecían sus sortijas". Pasen y vean. Son los impulsos propios de una sociedad caduca y pueril, donde lo insustancial se convierte en lo deseable. La cultura de la imagen instantánea frente a la cultura sin más. Aquella sociedad, no tan lejana, que cultivaba el pensamiento crítico y el análisis pausado ha dado paso a una comunidad de adolescentes que buscan satisfacerse compartiendo fotografías. Wendy y Peter Pan para siempre en el país de Nunca Jamás.

Como buenos adolescentes, una parte de la sociedad española no hace ascos al escándalo, a la morbidez, a la obscenidad. Entre descuartizamientos tailandeses y besos robados, el público adolescente de cincuenta y de sesenta años responde con regocijo, y se somete a un test de respuesta rápida ante determinados asuntos. Antes nos preguntaban dónde estábamos el 23 de febrero de 1981. Ahora nos interpelan sobre cómo reaccionamos nada más ver al palurdo de Rubiales comportarse como un eccehomo, con el objetivo de saber si, desde la instantaneidad de nuestra reacción, somos aptos para vivir en comunidad según el credo infantil de los que gobiernan.

La madurez sensata consistía, y consiste, en tener juicio propio, en asumir la responsabilidad individual como un derecho y no como una carga. Sin pretenderlo conscientemente, una parte de esta sociedad ha asumido que desea nuevamente ser súbdita de un Estado protector y provisor de sus necesidades. El mito populista de la despreocupación feliz, del eterno líquido amniótico en el que se aspira a vivir sin albedrío propio. Pero con un agravante: esa sociedad ahora dispone de juguetes para entretenerse, pura anestesia para prevenir conductas conscientemente rebeldes. 

La madurez sensata consistía, y consiste, en tener juicio propio, en asumir la responsabilidad individual como un derecho y no como una carga

Una carrera desenfrenada por tener más amigos virtuales, y no por tener más ideas reales. Un desenfreno vital por obtener likes o visualizaciones no es más que el desenlace inevitable del concienzudo proceso de infantilización social. Se ha perfeccionado el desastre. Ni mérito ni esfuerzo. "Se acabó el juego, esos chicos han encontrado una madre", exclamaba el capitán Garfio. Esa madre hoy es un teléfono móvil para regar de loas a quien pretenda promocionarnos y para irrigar de insultos a quien queramos demoler. Qué pena.

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