Mariano Gistaín Periodista y escritor
OPINIÓN

Que Occidente nos salve

Alberto Núñez Feijóo durante el pleno de investidura.
Alberto Núñez Feijóo durante el pleno de investidura.
Eduardo Parra / Europa Press
Alberto Núñez Feijóo durante el pleno de investidura.

Se sugiere que las potencias occidentales presionen a los partidos PP y PSOE como han hecho otras veces para que reformen la Ley Electoral.

Los dos partidos medulares de España, PSOE y PP, no pueden o no quieren reformar y adecentar al sistema que ellos mismos han ido deteriorando hasta conseguir que nadie les quiera. Han de impostar mucho la rivalidad, pero mucho, para arrancar unos votos, cada vez menos. Cada vez más rivalidad, cada vez más cesiones a los nacionalismos, cada vez más dinero. El gasto es mayor que si se hubieran hecho las cosas medio bien. La energía se desperdicia en atender a dos comunidades.

Se han apoderado del sistema y el que pierde sobrevive en mil covachuelas, chiringuitos, organigramas, diputaciones. Y el Senado como premio de honor y garantía de adhesión eterna. El país se cae a pedazos, la democracia está temblando. Funciona por fe, esperanza y caridad… del censo, que aun reiterando en las encuestas que no confía en los electos, les sigue votando: el castigo electoral lleva demora con respecto a los hechos; es como era la justicia antes de que se colapsara: tardaba pero llegaba. El mal menor equivale ya al mal mayor.

Los dos partidos grandes no quieren o no pueden ponerse de acuerdo para reparar el desequilibrio de una ley electoral que da un poder desproporcionado a los nacionalismos. El poder que se cede ya no se puede recuperar sin causar un destrozo mucho mayor.

La evolución del sistema chantaje de minorías presuntamente separatistas es un desperdicio de dinero y energía incalculable

La evolución del sistema chantaje de minorías presuntamente separatistas es un desperdicio de dinero y energía incalculable. La dedicación exclusiva a un asunto, o a dos asuntos, es una sangría de sentido y de dinero que desmoraliza y anula el poco ímpetu creativo y condena al país a la languidez y la irrelevancia. Es un monotema desolador. No hay nada más. Las cesiones de cuarenta años han sellado una asimetría irreparable. La España de Segunda está abrasada de sufrir contenidos que la menosprecian o la ignoran y que son siempre los mismos. Algo que en tiempos podría ser hasta interesante resulta ya insoportable.

PP y PSOE no parecen darse cuenta de que su modus operandi está destruyendo la democracia. Desde luego, más destruye el que está en el poder, pero si se mira con perspectiva la culpa estaría en torno al 50%. Están minando la democracia en su fiera lucha por el poder. También hay cierta comodidad: al tener solo dos asuntos en la mesa ya no tienen que pensar en nada más: la dolce vita e iPhone nuevo.

Ahora, en el final de septiembre de 2023, hemos llegado a un punto delicado. Si sale medio bien la jugada de Sánchez con los nacionalismos las cesiones van a abrir una brecha ya definitiva entre la zona privilegiada y la España de Segunda. La proyección a un futuro a medio plazo de esta discriminación basada en un mecanismo electoral injusto e intocable –como las casta de la India, ahora Brahma– aboca al desastre.

PP y PSOE sólo se han puesto de acuerdo para reformar la Constitución cuando los jefes de las potencias llamaron para exigir que España diera prioridad al pago de la deuda sobre todo lo demás en 2011. Los bancos tenían que cobrar los primeros. Presionó Merkel, presionó Obama y PP-PSOE cambiaron la Constitución en una tarde.

Este antecedente (hay otros) de intervencionismo de la pirámide de mando puede ser útil ahora para suavizar el empecinamiento de estos partidos que, en la recta final de su simétrica decadencia, sólo piensan en sobrevivir ELLOS perpetuando un sistema exangüe que ya ha renunciado a repararse. El caso absolutamente delirante del PP bloqueando el CGPJ desde 2018 e ignorando los avisos de la Unión Europea es tan diáfano como los excesos del sanchazgo.

Si la situación actual fuera tan grave ya habrían intervenido las potencias. Occidente funciona así, y por eso ha prosperado tanto, porque hay jerarquía, disciplina, cadena de mando. Quizá ahora tendrían que volver a empuñar los teléfonos rojos esos líderes mundiales y urgir a estos partidos a que hagan algo otra vez. Por el bien de Occidente, de la OTAN y de la propia Unión Europea.

Es posible que desde fuera no se aprecie en toda su magnitud la gravedad de un país incapaz de reformar un párrafo de su texto básico, aunque hasta los corresponsales y medios más abducidos por la tenaz y carísima propaganda procesista empiezan a alertar de la inminencia del caos.

Para las potencias que pilotan Occidente esta debilidad española puede no ser tan apremiante como lo fue la devolución de los créditos los bancos en 2011. Pero si los que mandan no echan una mano o un whatsapp y sigue esta deriva, el país (España) será en breve un Estado fallido. O ya lo es. Y quizá Occidente y sus alianzas no pueda permitirse que un socio mediano se deshaga por la institucionalización rutinaria de la ineptitud y la codicia.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento