Carmelo Encinas Columnista de '20minutos'
OPINIÓN

Feijóo, locuaz; y Sánchez, silente

Sánchez y Feijóo, durante la sesión de investidura.
Sánchez y Feijóo, durante la sesión de investidura.
Carlos Luján / Europa Press
Sánchez y Feijóo, durante la sesión de investidura.

Nada permite suponer que, en la votación de hoy en el Congreso, Núñez Feijóo obtenga más síes que noes a favor de su investidura. De no haber una epidemia repentina, se repetirán los resultados que cosechó el pasado miércoles y la Cámara rechazará su propuesta de gobierno. En realidad, el debate de esta semana tuvo más trazas de moción de censura contra Sánchez que de investidura de Feijóo.

Hubo algún momento que pareció incluso un anticipo del debate en el que intentará previsiblemente su investidura el candidato socialista. Así fue por el planteamiento casi monográfico del líder del PP al poner desde el minuto uno sobre la mesa la hipotética amnistía que suponen que Sánchez está dispuesto a conceder a los independentistas con tal de sacar adelante su propia investidura.

Feijóo se había trabajado a fondo un discurso bien trabado, que ejecutó con una retórica cuidada y un tono impecable. Un discurso diseñado para confrontar con el presidente en funciones y ponerle en un brete en lo relativo a la conmutación de penas a los imputados en el procés, pero en el que no contó con la astucia del líder del PSOE. Sánchez decidió quitarse de en medio y ceder la portavocía de su grupo a un diputado de base con el encargo de poner blanco sobre negro todas las debilidades y contradicciones del candidato del PP y su partido.

Óscar Puente, crecido en el estrado, actuó como un ‘panzer’ con un discurso duro, vibrante y pretendidamente divertido en el que no dejó títere con cabeza en el PP. Trató de darle al candidato y a su formación donde más les dolía, levantando el fervor de las bancadas de izquierdas y soliviantando las de la derecha, muchos de cuyos diputados cayeron en la trampa de incurrir en el hooliganismo gritón coreando un «cobarde, cobarde» a Sánchez por no salir al debate.

Lo cierto es que la jugada de Puente descolocó a Núñez Feijóo, que hubo de reconstruir la réplica al líder socialista que ya tendría precocinada . Una réplica con la que le habría exigido que anticipara su posición sobre la amnistía que le reclaman los independentistas y que, sin duda, hubiera destripado la negociación que hay en marcha para alcanzar un acuerdo sobre la investidura de Sánchez. Ese fue el motivo real de que no intervinieran en el debate ni el candidato socialista ni la líder de Sumar, Yolanda Díaz.

Tanto Sánchez como Díaz aplicaron el principio aristotélico de que «cada uno es dueño de su silencio y esclavo de sus palabras» y entendieron que, aunque pudieran incurrir en cierta descortesía parlamentaria, nada había que ganar subiendo al estrado. De subir, habrían tenido que retratarse o hacer filigranas para no hablar de lo que están dispuestos a ceder y lo que no ante al nacionalismo catalán. El silencio era su mejor opción porque mientras en el Congreso Feijóo alcanzaba su momento estelar de la sesión propinando una paliza memorable a los portavoces de Junts y ERC, en el Parlamento de Cataluña ambos grupos competían por mostrar quién va a exigir más a Sánchez a cambio de su investidura.

Aunque hoy Núñez Feijóo, tal y como es de esperar, fracase definitivamente en su intento de investidura, sí habrá demostrado unas hechuras parlamentarias que refuerzan su liderazgo de cara a lo que pueda venir, lo que no es poco en un partido donde algunos quisieran calentarle la silla por considerarlo demasiado centrista. En cambio, Pedro Sánchez no tiene, a día de hoy, mayor problema de liderazgo, pero su investidura no pinta fácil. Más pronto que tarde habrá de romper su silencio y hablar de esa amnistía de la que ni él ni nadie de su núcleo duro quiere hablar.

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