Rebeca Marín Periodista y escritora
OPINIÓN

No es amor, se llama obsesión

Gastos crecientes.
Gastos crecientes.
Drazen Zigic
Gastos crecientes.

Hemos sabido que la jornada laboral en Grecia ha aumentado a 13 horas, que el presidente de los hosteleros dice que media jornada es currar 12 horas y que algunas de las consultoras más importantes han sido multadas por no cumplir con la legislación laboral. Y todo esto mientras escuchaba decir a José Coronado en una entrevista eso tan manido de «estoy enamorado de mi trabajo» algo que, curiosamente, nunca he escuchado a fontaneros, encofradores o autobuseros. Pero claro, si no conoces el paro y con los años sigues trabajando y cobras bien, enamorarse es fácil.

Es como cuando encuentras una pareja buena, lista, que te quiere y encima tiene pasta, así es más fácil enamorarse, claro. El problema es que es más habitual lo de la persona tóxica, porque no se equivoquen, tóxicas son las personas y no las relaciones, lo que pasa es que es más sencillo volcar en la relación nuestros propios errores.

Una relación no siente, padece, ni paga hipoteca; una relación es lo que crean dos personas con sus comportamientos y actitudes, que pueden ser sanas o tóxicas, pero, sobre todo, responsables de sus actos. Quizá estén los que digan que están enamorados de su trabajo a pesar de estar en paro o mal pagados, actores que son camareros, periodistas que malviven de freelance, o médicos con mil guardias. Yo les digo que no se engañen, no están enamorados, están empeñados, como las mujeres que siguen enganchadas del maltratador por miedo, manipulación o vulnerabilidad.

Exijamos relaciones sanas, también con el trabajo, porque ese es el verdadero amor y no el que nos venden, el precario, el escaso, el intermitente o el falso autónomo, eso no es amor, es dependencia y no es trabajo, es esclavitud.

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