Diego Carcedo Periodista
OPINIÓN

España, tristemente diferente

El ministro de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación, José Manuel Albares, en una imagen reciente.
El ministro de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación, José Manuel Albares, en una imagen reciente.
EFE
El ministro de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación, José Manuel Albares, en una imagen reciente.

Nunca me gustó, claro, esa opinión con frecuencia despectiva y muy generalizada en el extranjero, que sin embargo se cultivaba con orgullo durante el franquismo, que así justificaba su imagen bajo el eslogan que definía a España como diferente. Es evidente que todos los países y culturas lo son, pero lo triste es que lo sean por aspectos negativos o despectivos, y más cuando son los gobiernos los que establecen esas diferencias que desacreditan a sus pueblos, a menudo inocentes.

Estos días en los que vivimos y sufrimos tantas muestras de desprecio a algunas de las razones que estimulan nuestro orgullo, como la transición pacífica a una democracia plena, ha conmocionado al mundo el salvajismo de la organización terrorista Hamás, que gobierna y golpea a la abigarrada sociedad que habita la Franja de Gaza matando por sorpresa y con saña a centenares de israelíes indefensos, dando rienda suelta a su odio y dejando sobradas alertas sobre el peligro que ese ejemplo supone para la humanidad.

Por supuesto que ni el dolor ni la solidaridad fueron unánimes. Países como Irán, que todo indica que ha sido el socio culpable y activo del monstruoso atentado, y el más que corrupto Qatar lo celebraron como si se tratase de un triunfo deportivo, lo mismo que hicieron organizaciones extremistas y antijudías que recuerdan el Holocausto. El Gobierno en funciones que preside Pedro Sánchez recuperó la diferencia de España al expresar su rechazo.

El ministerio de Asuntos Exteriores cumplió su obligación diplomática con un tibio comunicado en el que expresó la solidaridad con las víctimas del festival en defensa de la paz, pero apenas condenó al Estado amigo, con relaciones plenas iniciadas por un Gobierno de otro PSOE cuando terminó el veto impuesto por la Dictadura. Algunos medios, nacionales y extranjeros, lo comentaron, olvidando algo por otra parte tan lógico tratándose de un Gabinete con ministros, e incluso una influyente vicepresidenta que, al menos en privado, lo justificaron.

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