OPINIÓN

Música frente a todo

Imágenes a vista de dron del festival donde Hamás perpetró el ataque y masacró a más de 260 asistentes.
Imágenes a vista de dron del festival donde Hamás perpetró el ataque.
CEDIDA
Imágenes a vista de dron del festival donde Hamás perpetró el ataque y masacró a más de 260 asistentes.

Hace unos años acudí a un concierto de Daniel Barenboim en Madrid: sin habernos avisado previamente, coincidí allí con varias de mis primas, alguna de ellas música profesional, y con Rosa Montero. La orquesta no tuvo su mejor día, pero la admiración por el hombre que había sido capaz, junto con Edward Said, de fundar la West-Eastern Divan Orchestra con jóvenes de diversas religiones (judíos, musulmanes) aumentó, y yo regresé a casa con la mente fija en esa idea, la de una concordia buscada de manera enérgica desde el arte, con una honestidad que otras iniciativas habían perdido.

En estos días terribles en los que uno de los puntos de mayor horror ha sido, precisamente, un festival de música en Gaza, he pensado con frecuencia en Barenboim y en las muchas voces, gritos e insultos que se han alzado como un mero desahogo, sin más valor que el ejercicio de cierta elocuencia y de una agresividad desmedida; a diferencia de la música, que concita, que une y cohesiona, una única voz sirve para arengar, para que se lancen otros hacia un objetivo, pero raras veces calma, frena o apacigua.

Una voz que pide paz se ahoga con facilidad entre la barahúnda, habla otro idioma, emplea las palabras menos adecuadas en ese momento. Una voz que no informa, que solo opina, llena de sí misma, debe, en casos como estos, plantearse si debe callar, algo difícil para escritores o columnistas, o estrellitas fugaces y anónimas de redes sociales.

Quienes escribimos, y nunca ha habido tal cantidad de autores como ahora, somos rápidos en la denuncia, hábiles en el posicionamiento que nos conviene, sagaces en deducir el que oculta quien dice tal o cual cosa: el ingenio oscurece la generosidad, la necesidad de bandos opaca lo común del dolor. Quien hace de la palabra su religión, pronto querrá víctimas en su nombre. En eso nos gana la música, nos enseña la música, nos debería guiar la música.

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