La oposición podría formar Gobierno en Polonia y volcar al país hacia el europeísmo

El actual primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki.
El actual primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki.
EFE
El actual primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki.

Polonia va camino del vuelco político. La oposición podría formar un nuevo Gobierno, según las primeras encuestas a pie de urna. El partido que lidera el Ejecutivo desde 2015, Ley y Justicia (PiS), habría ganado las elecciones con un 36,8% de los votos, seguido por la coalición liderada por el ex primer ministro, Donald Tusk, con un 31,6% de las papeletas. Este último, apoyado en las formaciones más pequeñas, podría encabezar el nuevo gabinete en una amplia amalgama. De hecho, por detrás quedan Tercera Vía (13%), Izquierda (8,6%) y la Confederación Libertad e Independencia (6,2%).La mayoría absoluta está en 231 escaños.

El mapa general es el siguiente: un total de 6.656 candidatos de 41 distritos electorales se disputan 460 escaños, de acuerdo con un sistema de representación proporcional de Polonia. Los senadores se eligen en 100 distritos de mandato único, en los que cada grupo político tiene derecho a presentar un solo candidato. Está previsto que los resultados finales oficiales se conozcan como tarde este martes.

A los pocos minutos de conocerse los sondeos ya se dieron las primeras reacciones. Precisamente Donald Tusk dio por terminada "la era del PiS" y celebró que "Polonia ha ganado". En cambio, el líder de Ley y Justicia, Jaroslaw Kaczynski, celebró su primer puesto. Eso sí, todo está envuelto en dudas. "Hay grandes preguntas por delante sobre si seremos capaces de convertir esta victoria en otro mandato en el cargo. Pero independientemente de si estaremos en el poder o en la oposición, continuaremos con este proyecto", sentenció Kaczynski.

La participación ha alcanzado datos históricos, llegando a superar el 72%. Y es que los comicios eran considerados como los más importantes en los últimos 25 años. La jornada electoral, de hecho, ha sido intensa y se ha cerrado incluso con una alerta de bomba en varios colegios de Varsovia, aunque todo terminó quedando en una falsa alarma.

Estas elecciones se convirtieron en un cara a cara entre dos candidatos. El favorito era Mateusz Morawiecki, actual primer ministro (pero que no es el presidente del PiS) y que es uno de los líderes de derecha radical más influyentes ahora mismo. Su posición está consolidada dentro de un partido que defiende los valores de la familia tradicional, mantiene un discurso antiinmigración y ha sido acusado de "perseguir" al colectivo LGTBI. En este sentido algunos lugares del país aprobaron zonas "libres de LGTBI", por lo que recibieron la reprimenda de Bruselas. La figura de Morawiecki, además, ha salido reforzada desde el inicio de la guerra en Ucrania.

En el otro lado del tablero está Tusk. El expresidente del Consejo Europeo es visto por muchos como la figura más capaz de competirle los comicios al PiS, y además ha estado en el punto de mira en los últimos meses por una ley aprobada precisamente por el Gobierno (conocida incluso como la ley Tusk) que buscaba perseguir a quienes tuvieran "algún vínculo con Rusia" durante los últimos años. En el caso del dirigente conservador la clave estaba en su papel en Bruselas precisamente durante la anexión ilegal de Crimea por parte de Moscú en el año 2014.

El PiS busca un equilibrio interesante para expandir su ideología: el apoyo a Ucrania de Varsovia es clave para Bruselas y mientras Morawiecki trabaja en una alianza con la Italia de Meloni que suponga a su vez un contrapeso al eje europeísta tradicional, que es el formado por Francia y Alemania.

Temas como la migración han servido para reforzar la alianza Varsovia-Roma, como se ha visto en las últimas cumbres del Consejo Europeo. Polonia, con todo, es el quinto país en términos de población y por tanto uno de los mayores receptores de fondos; necesita a la UE, y a su vez le lanza un pulso casi constante: ha sido multada por vulnerar la independencia judicial o por no respetar las políticas de transición ecológica y no cerrar las minas, lo que le ha supuesto una sanción millonaria diaria. Además, hay un expediente abierto por parte de la Comisión sobre la mencionada ley Tusk.

¿Es precisamente Tusk la esperanza de Bruselas? Puede parecer que sí. Un Ejecutivo liderado por él, aunque poco pragmático en algunos asuntos, podría acercar a Polonia a los postulados de Bruselas, con un conservadurismo más clásico y con una deriva que tenga mejor relación con París, Berlín, Madrid o Amsterdam (Países Bajos también está pendiente de sus elecciones del próximo noviembre). Para la Comisión Europea atraer a Varsovia al europeísmo supondría además acorralar en cierto modo a los gobiernos más críticos con la Unión, como son el italiano o el húngaro.

Con todo, hay que tener en cuenta también la relevancia de la invasión rusa de Ucrania en la campaña electoral. Polonia se ha convertido en el soporte más importante de Kiev, no solo a nivel de envío de armas -junto a los Bálticos en general-, sino con la acogida de 1,6 millones de refugiados. Ahora, la entrada en campaña ha provocado los primeros cismas: Varsovia impidió el paso de grano ucraniano para defender a los agricultores nacionales, el Gobierno de Zelenski respondió con una denuncia ante la OMC y el Ejecutivo de Morawiecki avisó que no enviaría más munición y armamento hasta no armar a sus propias tropas.

Además de las elecciones, Polonia también celebra un referéndum sobre el tema migratorio, impulsado precisamente por Plataforma Cívica, en un momento en el que Varsovia ha mostrado su posición más dura sobre el asunto en el contexto de la UE.

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