Carmelo Encinas Columnista de '20minutos'
OPINIÓN

Ni Hamás ni Netanyahu

El primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu.
El primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu.
Daniel G. Aparicio | LAPRESSE
El primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu.

No es fácil tomar partido en una contienda cuando adviertes la maldad en ambos bandos. Es el caso de lo que acontece tras el ataque de Hamás y la posterior respuesta de Israel. Nada puede justificar una acción tan horrenda como la que emprendió la milicia gazatí en territorio israelí, una operación sofisticada en términos militares, pero dirigida contra civiles inocentes a quienes mataron o secuestraron brutal e indiscriminadamente. Entrar en disquisiciones semánticas sobre si sus autores son terroristas o criminales de guerra es un ejercicio banal. Se mire como se mire, aquello fue un espanto y quienes lo protagonizaron, unos asesinos.

Es igualmente obvio que lo que hicieron y cómo lo hicieron en nada favorece a la causa palestina que, una vez más, se ve debilitada y demonizada al identificarla con el bárbaro proceder de una milicia que administró con mano de hierro ese campo de concentración a cielo abierto en que Israel convirtió la franja de Gaza tras retirar sus tropas y colonos en 2005. Más de dos millones y medio de seres humanos sufrieron y sufren la autocracia violenta de Hamás sin posibilidad alguna de escapar de allí y sin esperanza de futuro. Un 80 por ciento de la población vivía de la ayuda humanitaria internacional lo que les sitúa como la mayor concentración de desesperados del planeta, el más idóneo de los caldos de cultivo para el terrorismo.

Ni Irán ni Qatar, patrocinadores oficiales de Hamás, les han fortalecido y promocionado tanto como el propio Netanyahu con sus políticas colonizadoras en los territorios ocupados, contraviniendo las resoluciones de Naciones Unidas, y sobre todo ninguneando a la Autoridad Palestina. Israel, que en su día auspició la creación de Hamás para debilitar a Arafat, puso después el mayor de los empeños en hacer lo propio con Mahmud Abbas y su apuesta por la vía pacífica fundamentada en la creación de un Estado palestino como propugna la comunidad internacional.

Fuera de Israel son mayoría los analistas que atribuyen a sus políticas ultranacionalistas buena parte de la responsabilidad del rebrote violento de este conflicto interminable. Sea o no el responsable del atroz ataque al hospital gazatí el pasado martes, su respuesta a la agresión de Hamás bombardeando la franja, causando estragos entre su población civil y privándola de electricidad, agua, medicinas y alimentos está levantando ampollas y olas de protestas en todo el mundo.

Cuatro de cada cinco israelíes culpa a su Gobierno y a Netanyahu de la ofensiva 
de Hamás

De fronteras hacia adentro, la popularidad de Netanyahu en Israel no es mejor. Según una encuesta de alcance realizada en plena crisis, cuatro de cada cinco israelíes culpa al Gobierno y a su líder de la ofensiva de Hamás. El primer ministro no ha asumido responsabilidad alguna por los atronadores fallos de seguridad que hicieron posible la penetración en su territorio. Se ha constatado incluso que semanas antes del ataque hubo avisos de la inteligencia egipcia de que esa milicia estaba preparando una acción de envergadura, pero, lejos de tenerlo en cuenta, desplazaron unidades militares de Gaza a Cisjordania para proteger los actos litúrgicos en los territorios ocupados donde sus socios de Gobierno, supremacistas y ultrarreligiosos, se afanan en propagar el odio contra los palestinos. La opinión generalizada allí es que el Gobierno caerá tras la guerra. Un gabinete de perfil autocrático dirigido por un imputado en tres casos de corrupción y cuyo ministro de Defensa califica de animales a los habitantes de Gaza. Es difícil ponerse de su parte.

Por fortuna, ni todos los palestinos son como Hamás ni todos los israelíes como Netanyahu.

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