OPINIÓN

Las bibliotecas

Se trata de obras especializadas que suelen suponer un gasto elevado a la hora de adquirirlos.
Imagen de archivo de libros.
Pixabay/lil_foot_
Se trata de obras especializadas que suelen suponer un gasto elevado a la hora de adquirirlos.

No puedo remediarlo, me apasionan y a la vez me muestran lo inabarcable que es el mundo. Miles de años de la humanidad condensados en ejemplares y ejemplares de textos. Tantas personas que han habitado el planeta dejando su huella en forma de manuscrito. Crónicas del momento, historias inventadas, biografías meticulosas o reflexiones basadas en experiencias. Son solo algunos de los millones de libros que se pueden encontrar en cualquiera de las estanterías de esos mágicos establecimientos donde el orden es la llave de todo.

Pero, además de sumergirme a buscar en ellas, hay otra cosa que me apasiona y es limitarme a ser un mero contemplador del presente. Pasear un día de diario por una biblioteca es una labor de conexión con la realidad apasionante. Simplemente sentarse y observar a cada una de las personas que por allí pasan, solitarias en su mayoría, aunque siempre hay algún grupo de estudiantes que, entre risas, pasan las horas tratando de grabar en su memoria los conceptos que quizá algún día utilicen. Quién no ha hecho raíces cuadradas y ecuaciones a lo largo de su vida en alguna ocasión.

También hay muchas más situaciones curiosas, como bibliotecarios con carritos cargados de libros que ordenar por temáticas o alfabeto, señores que van a leer el periódico, opositores cargados de manuales que nadie quiere ver ni en pintura, algún escritor que va a documentarse o investigadores y doctorandos que para sus tesis solamente pueden encontrar ahí algún ápice de solución a su temática. Gente sola, algunos sin rumbo y otros con un propósito.

Como cada 24 de octubre se celebra el Día de las Bibliotecas. Lugares de búsqueda, de silencio, de sollozos y alegrías; salas repletas de sabiduría a las que hay que cuidar y dotar de herramientas para que no se pierda nada de lo que conservan. En sus manos está el futuro, en papel o en digital. Nuestra cultura como sociedad allí reside y, por ello mismo, hay que salvaguardarlo. Nos va la vida en ello y la de los que nos siguen, también.

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