Día Mundial contra el Cambio Climático

El desafío urgente de afrontar la sequía en España

Los incendios arrasan con el suelo fértil e imposibilitan la filtración de agua.
Los incendios arrasan con el suelo fértil e imposibilitan la filtración de agua.
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Los incendios arrasan con el suelo fértil e imposibilitan la filtración de agua.

La escasez de agua es un problema fundamentalmente global, pero con especial incidencia en España. Según el Informe sobre la Gestión de la Sequía en 2023, elaborado por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO) y el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA), el año hidrológico está siendo globalmente seco, con un 14,6% del territorio nacional en emergencia por la escasez de agua. Asimismo, el 27,4% se encuentra en estado de alerta al situarse la precipitación media un 17,1% por debajo del valor medio de referencia, en el registro de todos los meses de septiembre entre 1991 y 2020.

A pesar de que el cambio climático es un fenómeno global, su efecto alcanza niveles superiores en la cuenca mediterránea: “El cambio climático es un fenómeno natural que afecta a nuestro clima y al de otros lugares del mundo, pero aumenta en el clima mediterráneo. Nuestro uso de agua ha ido creciendo. Por un lado, tenemos menos agua; por otro, necesitamos más. Esa es nuestra vulnerabilidad”, explica Annelies Broekman, investigadora del CREAF.

“Nuestro uso de agua ha ido creciendo. Por un lado, tenemos menos agua; por otro, necesitamos más”

Las lluvias producidas por la Depresión Aislada en Niveles Altos (DANA) han supuesto en algunas zonas “una mejora en la humedad del suelo y han servido para recuperar cierto volumen de almacenamiento”, indica el presidente de la Asociación Nacional de Empresas Forestales, Miguel Ángel Duralde. No obstante, el experto afirma que no ha sido suficiente para solucionar los problemas existentes, “causando, por tanto, más daño que beneficios”.

Ambos especialistas coinciden en que la creencia popular de que las tormentas y las lluvias torrenciales ayudan a paliar la sequía debe ser matizada. Un periodo de sequía supone un tiempo prolongado de escasez de lluvias. Un episodio puntual “nunca puede arreglar el balance medio de un año hidrológico”, afirma Broekman. “Por ejemplo, para paliar una sequía de cuatro años necesitaríamos dos años seguidos de un ciclo hidrológico húmedo, es decir, que llueva más de lo normal”.

“Para paliar una sequía de cuatro años necesitaríamos dos años seguidos de un ciclo hidrológico húmedo”

Por su parte, Duralde advierte de que las lluvias muy fuertes en cortos periodos de tiempo “no sirven en términos hidrológicos para resolver el déficit de los acuíferos”, suponiendo un problema en los embalses “por la cantidad de aportes arrastrados que pueden aterrarlos”. Según el MITECO, la reserva hídrica se sitúa en España en un 34,6% de su capacidad. Broekman recuerda que “las lluvias de otoño son las que rellenan los caudales”, algo que apoya Duralde, recordando que las de la segunda mitad de esta estación son las que suponen normalmente una mayor recarga en las reservas hídricas.

Reenfoque a nuestro uso del agua

Ante esta situación de sequía, el reto pasa por un reenfoque de nuestro modelo de uso del agua a nivel global y local para rebajar, a la vez, nuestras vulnerabilidades. La investigadora del CREAF insiste en la importancia de “reducir la cantidad total de agua que usamos y de restaurar los sistemas naturales que nos la proporcionan”. Además, defiende la necesidad de “contribuir con nuestros conocimientos y experiencia, para utilizar e interpretar los datos y cocrear un diagnóstico”.

Ante esta situación de emergencia, Duralde enfatiza en la necesidad de una mayor inversión pública de “todas las administraciones, con la ayuda y colaboración del sector empresarial privado”, para lograr un avance en la gestión del agua y de las sequías. La implementación de políticas que vayan dirigidas al aprovechamiento del agua debe ir “unida a la investigación e innovación agraria en la lucha contra la sequedad de los suelos”, recalca Duralde. Así se lograrán sistemas de regadío más eficientes, con técnicas de crecimiento del manto vegetal, recogida de agua de lluvia y reducción de pérdidas en la red de suministro y saneamiento.

Más factores

La presión que están sufriendo los terrenos españoles no se circunscribe solo a la subida de las temperaturas y a los incendios. La sequía también viene determinada por aspectos claves en la economía como el turismo y la agricultura. “Hemos de movernos hacia modelos mucho menos intensivos y menos extractivos”, sostiene Broekman.

“Hemos de movernos hacia modelos mucho menos intensivos y menos extractivos”

Asimismo, para lograr un equilibrio entre la producción de alimentos de calidad y el entorno, la experta apuesta por la diversificación de las tecnologías de regadío, que resolvería la escasez de agua, y por impulsar sistemas de agricultura regenerativa para que los riegos agrícolas sean más sostenibles.

Igualmente, el conflicto con los regadíos no es un problema exclusivo de España, sino mundial, por una gestión cortoplacista. Para Broekman, “en Doñana hemos visto el desastre de gestión que tenemos. Somos incapaces de proteger lo que más vale. El territorio rural necesita mucha más diversificación y las voces de los agricultores deben ser escuchadas”.

En cuanto a la opinión de la investigadora sobre el sector turístico, el actual modelo no solo está dañando nuestros paisajes, también implica la degradación de la cultura: “Este modelo no tiene futuro. La industria turística actual es tan extractiva como la agroindustrial. Son fábricas de turistas. Y de estas fábricas de turistas tenemos que ir hacia el respeto a todas las personas, desde los locales hasta los visitantes”.

El papel de la deforestación

  • La vinculación entre la tala y el despojo de plantas forestales y las sequías y los incendios es total. El suelo está compuesto por distintas capas, siendo la más superficial (unos 20 centímetros) el suelo fértil que contiene todos los nutrientes. Cuando acontece un incendio se pierde toda la vegetación y “esa capa de suelo queda muy expuesta a cualquier fenómeno que pueda haber de erosión”, detalla Cristina Aponte, investigadora en INIA-CSIC. 

    En consecuencia, las gotas de agua que golpean el suelo van rompiéndolo poco a poco y la ceniza y la temperatura que se alcanza alteran las propiedades fisicoquímicas del suelo. A causa de los “megaincendios” tan severos e intensos que estamos sufriendo, se genera “tanta energía y tanto calor que las capas más profundas del suelo se ven afectadas”. El agua de las lluvias, en vez de filtrarse, genera “una escorrentía que arrastra todos los materiales del suelo y genera un proceso de erosión” de la biodiversidad de la capa fértil que tarda “cientos de años” en recuperarse.
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