Diego Carcedo Periodista
OPINIÓN

Una hora para la polémica

Una persona cambia la hora con las manecillas de reloj
Una persona cambia la hora con las manecillas de reloj.
ARCHIVO
Una persona cambia la hora con las manecillas de reloj

Este fin de semana ha pasado una hora que no vivimos, quizás la hemos dormido y muchos, sobre todos los más madrugadores, lo habrán disfrutado. Enhorabuena. Esto del cambio semestral de hora, sin embargo, no convence a casi nadie. En octubre se disfruta, pero en marzo se sufre con el adelanto del despertador. Pasan los años y la verdad es que no acabamos de acostumbrarnos.

El cambio de hora parece que responde a razones solares y en definitiva económicas, pero la realidad es que la polémica que propicia nunca acaba de convencer. Quizás ajuste mejor las horas de luz a la actividad de algunos, pero complica más el cambio de hábito de los demás. Basta pensar en lo que supone para el tráfico aéreo o ferroviario. He leído en alguna ocasión que son muchos millones lo que supone.

Hay algo que tampoco debe ser desdeñado: en América, especialmente en los Estados Unidos, el cambio no coincide en el día y hora de Europa lo cual supone confusión. Durante unos días las diferencias son distintas. E incluso afecta países, como España sin ir más lejos, donde las las diferencias horarias tampoco son coherentes. Canarias marca una excepción y, bien mirado, lo mismo debería ocurrir con Galicia cuya situación geográfica se acomodaría mejor al horario de Portugal.

Algunas tesis históricas recuerdan que el cambio de hora en España sufrió múltiples alteraciones: durante la Guerra Civil cada bando tenía el suyo lo cual reafirmaba el enfrentamiento. El actual parece que fue una condescendencia de Franco con la pretensión de Hitler de unificarlo en toda Europa, aunque en la práctica no se impuso hasta 1977. Ahora su permanencia la justifica la necesidad de aprovechar mejor las horas de luz para ahorrar energía.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento