Mariano Gistaín Periodista y escritor
OPINIÓN

Cierta solidez de España

Colocación del baldaquino, el dosel de gala que se utiliza cuando los Reyes visitan el Congreso de los Diputados, un día antes de la celebración del acto de la jura de la Constitución de la Princesa de Asturias.
Colocación del baldaquino, el dosel de gala que se utiliza cuando los Reyes visitan el Congreso de los Diputados, un día antes de la celebración del acto de la jura de la Constitución de la Princesa de Asturias.
EP
Colocación del baldaquino, el dosel de gala que se utiliza cuando los Reyes visitan el Congreso de los Diputados, un día antes de la celebración del acto de la jura de la Constitución de la Princesa de Asturias.

Lo que ocurre con la nueva remesa de cesiones de Pedro Sánchez a los nacionalistas forma parte de la larga cola de la Transición, que firmó los privilegios de esas regiones-nacionalidades históricas en ventajas forales, fiscales y de forma decisiva en la ley electoral.

Esos privilegios forman parte de los acuerdos que dieron a luz la Constitución y hacen posible –incluso normal–, la delirante situación actual, que supone aumentar esas ventajas a un nivel inédito.

Hay un salto cualitativo en la práctica de esos privilegios: se podría verificar que la serie histórica de éxitos de los separatismos muestra una progresión hasta la situación actual, y apostar por cuáles serían los logros siguientes dado que la posición de dominio sobre el conjunto se dispone a dar un salto de escala con las nuevas concesiones.

(Otro asunto difícil de esquivar es valorar si la intención de los separatismos es independizarse de verdad o seguir aumentando sus ventajas indefinidamente, disfrutar de los mejor de ambos mundos y desde la posición de privilegio poder seguir quejándose).

(Y otro asunto no desdeñable es si este salto de escala en los privilegios –no anticipado en programa electoral– de los nacionalismos puede hacer reaccionar al conjunto a un nivel también inédito, proporcional al reto que supone la previsible nueva situación).

En todo caso lo que ocurre pertenece a la long tail de la Transición y a las leyes que alumbró, de manera que forma parte de la “normalidad”, que no está libre de contradicciones.

Las contradicciones son diferentes en País Vasco y Cataluña. Una deriva del cese del terrorismo y la aceptación de las elecciones por parte de sus sucesores; la otra, del torpe y traumático intento de “golpe posmoderno” de 2017 (Daniel Gascón). Ambos mantienen sus privilegios y sus desplantes porque pueden. Y este poder les viene de las leyes de la Transición y se aprovechan la incapacidad de los partidos mayoritarios para llegar a acuerdos que modifiquen esas leyes.

Dos factores pueden favorecer la estabilidad de fondo del sistema España en esta encrucijada: uno es la mayoría de edad de la princesa Leonor y otro la situación internacional.

La primera viene a dar realce y vigor a la monarquía parlamentaria y visibilidad a la línea de tiempo de España en general, que confirma a la heredera al trono en solemne firma de la Constitución (la misma que sella los privilegios de dos partes del conjunto en detrimento del resto).

En un mundo de memes e imágenes los hitos de la entrada de Leonor en la Academia General Militar, la jura de bandera, su besamanos el 12 de octubre, día de la fiesta nacional, los premios Princesa de Asturias y ahora la jura de la Constitución, son un signo de estabilidad, permanencia y futuro que indican lo siguiente: a pesar de las trifulcas y las distorsiones que los sucesivos poderes ejecutivos puedan perpetrar en concordancia con la polarización que aqueja a las democracias (y la corrupción y la burocracia endémicas) el sistema es sólido y emite señales de madurez y renovación.

El otro factor que relativiza los bandazos de Sánchez es la tragedia de Oriente Medio, que conmociona al mundo entero y amenaza con alterar todas las condiciones en un contexto que ya estaba muy tenso por la invasión de Ucrania y por la polarización que hace temblar todas las instituciones en todas partes, pero especialmente en las democracias, que son las únicas que la permiten.

Ante esta tragedia y la serie de fallos que de momento se ceba en Palestina/Israel (y ojalá que no haya más, pero la perspectiva es sombría), que un país que forma parte de la Unión Europea –y de la OTAN– aumente sus tensiones por ceder de nuevo ante sus separatismos, tiene menos impacto que si la nueva remesa de cesiones ocurriera en un teórico oasis que tampoco ha existido nunca (quizá hasta el crack de 2008, que reveló la fragilidad de esos plácidos años de burbuja a crédito; quizá la única prosperidad o supervivencia posible en este mundo es la situación de burbuja, que siempre es a crédito).

Estos débiles argumentos –futuro de la Corona y conmoción global–, pueden suavizar el impacto de la nueva generación de cesiones a los nacionalismos. En todo caso sería de desear que el ejecutor de estas cesiones, de las que aún se desconoce su alcance, tuviera un gesto hacia la España de Segunda reconociendo al menos que aunque no salga en las noticias también existe.

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