OPINIÓN

Y luego dicen que el aceite (de oliva) es caro

El aceite de oliva, también conocido como oro líquido, se ha situado en los últimos a un precio desorbitado fundamentalmente por el aumento de los costes de producción y la sequía.
El aceite de oliva, también conocido como oro líquido, se ha situado en los últimos meses a un precio desorbitado fundamentalmente por el aumento de los costes de producción y la sequía.
CEDIDA
El aceite de oliva, también conocido como oro líquido, se ha situado en los últimos a un precio desorbitado fundamentalmente por el aumento de los costes de producción y la sequía.

Es tiempo de recolección de la aceituna en un mar de olivos que es España. Casi 300 millones de árboles, algo único en el mundo. Pero ese paisaje tan mediterráneo y tan nuestro, tan cultural y sentimental, está cambiando. El olivar tradicional, viejos ejemplares centenarios con varios troncos retorcidos, ya no es rentable. Se arranca y cambia por olivos de un solo tronco, más altos, copa redondeada, perfecta alineación y riego por goteo. O por plantaciones superintensivas de recortados arbustos en apretada espaldera.

No podemos criticarlo. Es la adaptación a la máquina, la imparable industrialización del mundo rural. Porque no hay alternativa. No hay mano de obra suficiente para trabajar en la siempre dura y temporal campaña aceitunera. Y mucho menos si se quiere vivir con las mismas condiciones dignas a las que aspira todo ciudadano, jornadas bien pagadas, con descansos y vacaciones. Por eso el campo se está quedando cada vez más vacío de personas y más lleno de máquinas.

Mientras, en las ciudades nos quejamos de lo caro que está el aceite de oliva, ajenos a que ese alto precio es consecuencia de un cambio climático (sequía y altas temperaturas) provocado por nuestro devorador mundo moderno. Al tiempo, alabamos lo bien que se vive en los pueblos y lo mal que se está en estas cada día más estresantes cárceles urbanas. Soñamos con que llegue el viernes para salir al campo, donde degustar una rebanada de buen pan con un chorro generoso de AOVE, tomar aire y perder malos aires.

Pero el domingo todos de vuelta a la ciudad. Que los de los pueblos cuiden sus pueblos para alegrarnos los fines de semana. Que todo sea muy natural, nada de máquinas ni de químicas. Pues si lo queremos así, habrá que pagarlo.

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