Joaquim Coll Historiador y articulista
OPINIÓN

Un conflicto entre españoles

Miles de personas durante una manifestación contra la amnistía en Barcelona
Miles de personas durante una manifestación contra la amnistía en Barcelona
Europa Press
Miles de personas durante una manifestación contra la amnistía en Barcelona

Laura Borràs, presidenta de Junts, y de la cámara catalana hasta que fue condenada por corrupción, aunque ella lo atribuye a una persecución del Estado "represor", y que, si no es amnistiada, será indultada por el Gobierno Sánchez, ha retratado en una entrevista la situación política con la siguiente frase: "El conflicto ha dejado de ser entre catalanes. Ahora el conflicto es entre españoles". Tras negar que los catalanes estuviéramos divididos por el procés, pues los independentistas no reconocían otro enfrentamiento que el "España contra Cataluña", ahora se regocijan con el hecho de que el conflicto se haya españolizado. Tristemente es cierto. La política española se ha catalanizado, y no para bien, sino para reproducir las dinámicas polarizadoras que rompieron la convivencia.

En 2021, el joven politólogo Juan Milián, que había sido diputado en la cámara catalana por el PP hasta 2017, escribió un premonitorio ensayo, El proceso español, en el que denunciaba que el resto de España había importado muchos de los rasgos del procés con la política de las emociones. Se divide a la sociedad en bandos irreconciliables, convirtiendo a hermanos, conocidos y vecinos en enemigos. 

El objetivo es permanecer en el poder a cualquier precio, impidiendo la alternancia en las instituciones. Se rehúyen los proyectos integradores, y se detesta el consenso entre la izquierda y la derecha. La fragmentación y la polarización de la sociedad son instrumentos para orillar la rendición de cuentas, con una incapacidad manifiesta para asumir los propios errores, atribuyendo la culpa siempre a los otros. Pues bien, todo esto está ocurriendo en la vida política española y, en las últimas semanas, a cuenta de los pactos del PSOE con los partidos separatistas, se ha entrado en una dinámica muy peligrosa. Finalmente, aparecen también brotes de violencia, como también sucedió en Cataluña, ahora con protestas incívicas frente a las sedes socialistas protagonizadas por grupos de extrema derecha.

El resultado electoral del 23 de julio no dio la victoria a la derecha ni a la izquierda, con lo que hacía falta explorar la vía de los acuerdos con otros grupos. Ahora bien, una investidura no se puede alcanzar a cualquier precio, comprando el apoyo de los separatistas a cambio de su impunidad por los delitos del procés. Lo que se pretende es muy grave en términos democráticos y es desolador que una parte de la izquierda lo justifique con la falsa dicotomía: amnistía o Vox. Hay que respetar el resultado de las urnas, pero sin prostituir el voto de muchísimos socialistas a quien se les aseguró que jamás habría amnistía ni se negociaría una agenda autodeterminista en Bruselas. De lo contrario, el conflicto entre españoles está servido.

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