Joan Ferran Historiador y articulista
OPINIÓN

¡Agua!

Una persona rellena una botella con agua del grifo.
La persistente sequía pone en peligro el normal suministro de agua en los hogares.
Getty Images
Una persona rellena una botella con agua del grifo.

¡Agua! ¡Agua! Era el grito de alerta que los cómplices de los trileros empleaban en Las Ramblas barcelonesas cuando se aproximaba la Guardia Urbana. Los timadores callejeros recogían dados, cubiletes y cajas de cartón procurando camuflarse entre los viandantes.

Actualmente algunos manteros también han hecho suyo este aviso, esta señal de alarma, ante la posible requisa de sus mercancías. ¡Agua! Reclama el conseller de Acción Climática, David Mascort, y todo parece indicar que la ministra Teresa Rivera está dispuesta -como debe ser- a ayudar a la Generalitat a conseguirla.

Los optimistas pensamos que saldremos airosos de esta situación adversa, que tarde o temprano el agua llegará desde el cielo o en barco vía marítima. Seguro que sí, el parche momentáneo está garantizado. Pero el nudo de la cuestión radica en saber qué ocurrirá en el futuro si la sequia deviene crónica, si empeoran las consecuencias del cambio climático.

Llegados a este punto espero que ningún gobernante caiga en la vileza de utilizar la sequía como arma electoral. Desestimado el Trasvase del Ebro en el año 2004, algunos políticos se dedicaron a rechazar la creación de plantas desaladoras planteando alternativas tan inviables como faraónicas.

Hoy tenemos a pleno rendimiento la de la Tordera y la del Prat del Llobregat, ambas puestas en funcionamiento durante el mandato del presidente José Montilla. Luego llegó la otra sequía, la de inversiones en plantas de regeneración, potabilización y desaladoras. ¡Soluciónenlo!

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