La asociación Sillas Voladoras busca aeródromo para volver a dar alas a la discapacidad: "Volar nos hace mucho bien"

Elisabeth Heilmeyer, junto al avión adaptado de Las Sillas voladoras.
Elisabeth Heilmeyer, junto al avión adaptado de Las Sillas voladoras.
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Elisabeth Heilmeyer, junto al avión adaptado de Las Sillas voladoras.

El 7 de diciembre se celebra en todo el mundo el Día de la Aviación Civil Internacional, una fecha destinada a crear y reforzar la conciencia mundial sobre la importancia de una actividad sin la que el mundo no sería tal y como lo conocemos ahora.

Sin embargo, volar no está al alcance de todo el mundo, sobre todo para aquellas personas que tienen alguna discapacidad. Por eso la asociación Las Sillas Voladoras lleva 18 años luchando para cambiar esta realidad, organizando vuelos recreativos para personas con casi cualquier tipo de discapacidad, haciendo formaciones, divulgación, ofertando licencias de vuelos sin motor entre personas de este colectivo e incluso de vuelos comerciales. Unas actividades que se han visto interrumpidas.

El año pasado, SENASA (Servicios y Estudios para la Navegación Aérea y la Seguridad Aeronáutica), dependiente del Ministerio de Transportes, decidió poner a la venta el aeródromo público de Ocaña, dónde promovían la actividad aeronáutica entre las personas con discapacidad. Aun así, Las Sillas Voladoras, seguía operando con normalidad en sus instalaciones hasta que, hace unas semanas, se les comunicó mediante un burofax que tenían que paralizar toda su actividad.

Desde entonces, y como cuenta Elisabeth Heilmeyer, presidenta y fundadora de Las Sillas Voladoras, no han podido operar allí: "Llevamos mes y medio completamente parados. Nos dijeron que, al menos hasta que se formalizara la venta, teníamos que abandonar el aeródromo, la venta no se termina de formaliza", se lamenta la piloto alemana.

Elisabeth, que se desplaza en silla de ruedas desde que tuvo un accidente hace más de dos décadas, luchó para que en España se permitiera tener licencia de vuelo a las personas con discapacidad, por eso le duele tanto que una asociación como Las Sillas Voladoras se vea en esta situación, "hemos tenido que suspender todas las clases y un evento que íbamos a hacer a final de año", cuenta, "hemos hablado con distintas administraciones, empezando por el ayuntamiento de Ocaña, que tiene mucho interés en que continúe la actividad porque son puestos de trabajo, ingresos para el pueblo… pero no hemos conseguido nada. Si no podemos continuar, tendremos que devolver el dinero de los cursos con todo el desastre que eso supondría para Las Sillas voladoras", se lamenta Elisabeth.

Una solución provisional y poco accesible

Tras hablar con varios aeródromos y clubes privados, han conseguido firmar un contrato de dos meses para operar en el Aeródromo del Tiétar, que está cerca del pueblo de La Iglesuela (Toledo), pero además de que es un parche provisional, se trata de un aeródromo que no está adaptado para personas con discapacidad, como sí lo está el de Ocaña. 

Usuarios de Las sillas voladoras se manifiestan contra el cierre.
Usuarios de Las sillas voladoras se manifiestan contra el cierre.
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Por tanto, por mucho que sus aviones sí estén adaptados, si el recinto en sí no lo está, las personas con discapacidad no pueden hacer uso del aeródromo en condiciones óptimas y seguras, sobre todo las que van a cumplir un sueño de volar en un vuelo recreativo, "además de que nos hemos puesto en contacto con varios aeródromos y muchos son reacios, no es fácil volver a encontrar un aeródromo tan bien adaptado y accesible para las personas que dependemos de instalaciones así. Con este fin, se hicieron esas modificaciones y unas instalaciones modélicas en el aeródromo de Ocaña hace casi 15 años. Al ser público, jamás contamos con que pudiera llegar a venderse algún día, pero así ha sido. Nuestros compañeros de vuelo de diferentes países europeos no dan crédito".

No es fácil encontrar un aeródromo adaptado y accesible para las personas con discapacidad

Además de la falta de accesibilidad del Tiétar, se trata de una solución temporal, pues no saben qué pasará con ellos tras esos dos meses de contrato en Toledo: "Nuestra situación es completamente insegura e incierta", asegura Heilmeyer. 

Su sueño es, por tanto, volver a Ocaña, aunque tengan que alquilar las instalaciones a la empresa que se haga cargo del aeródromo, "no hemos perdido la esperanza de poder volver, así que esperamos que, mientras operamos en el otro, se concrete lo de la venta y nos dejen volver a usarlo, porque allí no tenemos ningún problema de accesibilidad. De no ser así, nos gustaría que algún club nos dejara usar sus instalaciones". 

Mucho más que una actividad recreativa o de élite

Elisabeth Heilmeyer es una gran defensora de la aviación adaptada, tanto como para favorecer la inclusión laboral de las personas con discapacidad como por la parte lúdica, "gracias a nosotros, personas con discapacidad tienen a licencia de piloto comercial, incluso uno es piloto de RyanAir. Y la parte de divulgación también es muy importante, pues no te imaginas las caras de felicidad de la gente cuando les invitamos a un vuelo de estos, hemos cumplido el sueño de mucha gente con discapacidad que pensaba que nunca podría volar", asegura.

Volar nos hace olvidar el sinfín de barreras arquitectónicas que a diario nos encontramos en tierra

Y es que, desde hace 18 años, la aviación adaptada es la causa de su vida, pues ha visto con sus propios ojos y ha experimentado en sus propias carnes, lo terapéutica que puede ser esta actividad para las personas con discapacidad, "psicológicamente, volar nos hace mucho bien a las personas que, por una discapacidad, desde el nacimiento o después de un accidente o una enfermedad, no nos podemos mover en el suelo con la facilidad que el resto de personas". 

Elisabeth se lamenta de que, a pesar de los beneficios probados de la esta actividad, no se valore como debe por parte de los poderes públicos, "desde el Estado, no se fomenta la aviación adaptada, y se considera como una actividad de élite, cuando además de ser terapéutica, es una forma más de integración de las personas con discapacidad, que es por lo que llevamos luchando 18 años en la asociación". 

Elisabeth asegura que, cuando vuela, se olvida de todo aquello que no puede hacer en tierra firme, y le consta que muchas personas con discapacidad experimentan la misma sensación, "conocer, vivir, sentir de primera mano lo que es volar, te hace dejar, literalmente, abajo todo lo que te disgusta, preocupa y cuesta en tierra. Separarte físicamente de ello, te hace olvidarlo todo durante el vuelo, sea uno mismo el piloto o volando como copiloto. Volar da una sensación tremenda de libertad y liberación, nos hace olvidar las dificultades y el sinfín de barreras arquitectónicas que a diario nos encontramos en tierra. Es muy valioso, beneficioso y nos da energía y muchas ganas de vivir. Sentirte libre como un pájaro no es fácil de describir, es francamente maravillo", dice emocionada. 

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