Todos alguna vez hemos escuchado que en invierno cuando llueve hace menos frío. Esta frase está respaldada por la física. La molécula de agua, compuesta por dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno tiene propiedades físico químicas que la hacen peculiar en todos los sentidos y por tanto imprescindible para la vida. Las moléculas de agua se mantienen unidas mediante puentes de hidrógeno, un tipo de fuerza intermolecular que permite que expliquemos el fenómeno en cuestión del aumento de temperatura cuando llueve en invierno o baje si llueve en verano.
El agua se caracteriza por tener una alta capacidad calorífica. Pero, ¿qué es la capacidad calorífica? Esta propiedad física se define como la cantidad de calor que se necesita para elevar en 1ºC, la temperatura de una determinada cantidad de sustancia. Cuanto mayor sea la capacidad calorífica de una sustancia, mayor será la cantidad de calor entregada a ella para subir su temperatura y por tanto mayor es la energía que albergará en su seno.
Cuando llueve, el agua que procede de capas altas de la atmósfera se encuentra a baja temperatura. A medida que el agua cae, irá absorbiendo energía térmica del entorno circundante, lo que permite que la molécula llegue a la superficie cargada de energía. Este aporte de energía calorífica permite que se amortigüe la temperatura del lugar donde se produce la precipitación, aumentando ligeramente la temperatura.
Es por ello que, por regla general, los inviernos son más suaves en ciudades de costa, ya que el agua del mar es capaz de amortiguar las variaciones fuertes de temperatura.
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