Han pasado más de dos semanas desde que Juan Ortega decidiera suspender, in extremis, su boda con la mujer con la que llevaba más de diez años de noviazgo. La suspensión del compromiso, que se produjo tan solo media hora antes de iniciarse la ceremonia, dejó muchas preguntas sin responder y a la novia compuesta y destrozada.
La situación sigue siendo muy complicada, aunque la tensión entre las familias ha disminuido considerablemente. Unos y otros empiezan a entender que, aunque precipitada, no haber dado el 'sí, quiero' ha sido la mejor opción.
Fuentes cercanas a la novia aseguran que la preocupación ahora gira en torno a la repercusión que la noticia ha tenido en su ambiente laboral y personal. Por eso, si la presión mediática no cede, barajan la posibilidad de iniciar cuántas acciones legales sean necesarias para salvaguardar su honor e intimidad.
Quieren dejar claro, y así lo comunican a este que les escribe, que su intención es seguir manteniéndose en el anonimato y que en lo sucesivo los medios dejen de interpelarla con su nombre y apellido.
En este sentido, aseguran que, desde el inicio del escándalo, ha mantenido una postura muy discreta buscando refugio en la finca de unos amigos y que ha rechazado grandes cantidades de dinero y contratos televisivos para ofrecer entrevistas sobre su no boda.
Las mismas fuentes afirman que la novia está muy sorprendida con la catarata de informaciones difundidas y califican la gran mayoría de las mismas como una "gran mentira".
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