OPINIÓN

¿Es la amnistía o es la economía, estúpido?

Sánchez y Puigdemont, en una imagen de archivo. / AFP PHOTO / Josep LAGO (Photo credit should read JOSEP LAGO/AFP via Getty Images)
Pedro Sánchez y Carles Puigdemont en una imagen de archivo.
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Sánchez y Puigdemont, en una imagen de archivo. / AFP PHOTO / Josep LAGO (Photo credit should read JOSEP LAGO/AFP via Getty Images)

La criticada Ley de Amnistía ha iniciado su tramitación en el Congreso de los Diputados el mismo día en que el Consejo de Ministros aprueba el techo de gasto de los Presupuestos del año próximo. Casual coincidencia de los dos cruciales baremos con los que se medirá la resistencia de este Gobierno: ¿El rechazo ciudadano a la amnistía pesará más, o menos, que el gasto social y una favorable evolución de la economía? En Moncloa apuestan por lo segundo, pero más por necesidad que por certeza.

Pedro Sánchez hizo gala este lunes de semejante convicción al señalar que la polémica ley no está "entre las principales preocupaciones de los ciudadanos". Fue en la presentación de su libro Tierra firme, a la que acudieron nada menos que 13 de sus ministros quienes, animados por el relajado tono del jefe, convirtieron el acto en una especie de convención empresarial de arranque de temporada en la que inocularse ánimos y aplaudir al líder.

El presidente llegó a bromear sobre uno de los aspectos más indigeribles de sus pactos con los independentistas catalanes al responder al televisivo Jorge Javier Vázquez sobre su idoneidad para participar en el programa Supervivientes: "¿Dónde lo hacéis, en El Salvador?, porque allí tenemos un mediador…" señaló con sarcasmo. La aparente soltura de Sánchez, a pocas horas de que en el Congreso arrancara el primer debate parlamentario sobre la amnistía y en el que ha rehusado participar delegando el 'marrón' en Patxi López, se apoya en la hoja de ruta económica a la que quiere dar prioridad.

Veremos alguna señal más de este recorrido cuando Sánchez desvele el nombre del sustituto, o sustituta, de Nadia Calviño al frente de la cartera de Economía. El presidente optará, según los indicios filtrados por Moncloa, por un "economista de alto nivel", capaz de cubrir el incontestable perfil técnico de la todavía vicepresidenta económica y su conocimiento de los vericuetos de Bruselas.

Pese a ello, el futuro titular de Economía difícilmente ostentará la categoría política de Calviño en el Gobierno y todo apunta a que será María Jesús Montero, ascendida por Sánchez a vicepresidenta en esta nueva etapa, quien manejará las riendas de los mensajes económicos con los que el presidente pretende cabalgar la legislatura.

El primero de ellos, que los Presupuestos Generales del Estado para 2024, pese al fin de la relajación de las normas fiscales de Bruselas, continuarán apostando por el gasto social. El anuncio, el mismo día de la aprobación del techo de gasto presupuestario, de que las pensiones de viudedad subirán el año próximo un 14% y las mínimas y no contributivas, un 6,9, caminan en esa dirección.

La evolución del empleo continúa dando buenas noticias a los estrategas monclovitas, pero la inflación, pese a la contención de los últimos meses, sigue siendo el principal obstáculo para completar el rompecabezas.

Cuando el asesor de Bill Clinton en la campaña electoral de 1992 acuñó la célebre frase de "es la economía, estúpido", para referirse a la ceguera de George Bush frente a los problemas cotidianos que le llevó a la derrota tras haber ganado la Guerra del Golfo, Pedro Sánchez ni siquiera había terminado su carrera de Económicas. Hoy, en el más complejo mandato como presidente de su siempre arriesgada historia política, se ha aferrado a esa máxima de los demócratas estadounidenses. Tres décadas después está por ver si sigue funcionando y quién es el estúpido en esta convulsa España de 2023.

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