Luis Algorri Periodista
OPINIÓN

La que sí se acordaba

La actriz Concha Velasco en una imagen de archivo
La actriz Concha Velasco en una imagen de archivo
Europa Press
La actriz Concha Velasco en una imagen de archivo

Para la entrevista habíamos quedado en el hotel Palace. No nos conocíamos. Ella entró como una exhalación, que era lo que hacía siempre, con su sonrisa en ristre y mirando hacia todas partes. La saludé, nos sentamos y empezamos a hablar. Mejor dicho, empezó ella, que no callaba de parlotear y de reír. Yo escuchaba. Aquella mujer tenía el rarísimo don de hacerte creer que lo que decía se le estaba ocurriendo en aquel momento, que no lo había repetido ya veinte veces ante otros periodistas, que era solo para ti y que tú eras la persona más importante del mundo aunque te acabase de conocer. Te llamaba por tu nombre. Conseguía que te sintieses bien.

Estrenaba algo en el teatro La Latina, no recuerdo qué, y por eso conversábamos. Mis preguntas eran, supongo, previsibles y nada incómodas, pero yo guardaba una envenenada. Por entonces me gustaba hacer estas cosas.

–Dice Mariñas que cantas muy mal.

Ahí ella afiló los ojos, sonrió con la boca cerrada y contestó:

–Dile a ese… (aquí metió una expresión gruesa que últimamente se relaciona mucho con la fruta) que el día en que él consiga hacer algo, lo que sea, tan mal como yo canto, que se dé por contento.

Mi carcajada hizo revivir la suya y terminamos la entrevista en diez minutos. Yo, encantado con aquella mujer. Ella parecía que también.

Pasaron los años. Volví a verla en un estreno. Ella estaba rodeada de gente pero, al reparar en mí, abrió mucho los ojos y se abrió paso hacia donde yo estaba:

¡Hombre, mi amigo Luis! ¡Cuánto tiempo! ¿Qué es de tu vida? ¿Qué tal Mariñas?

Me dejó de piedra. Si no eres un periodista 'estrella' que sale por la tele, y si no estás especializado en algo y tienes tu círculo de conocidos, ningún entrevistado se acuerda de tu nombre ni de tu cara quince minutos después de apagar la grabadora. Conozco solo dos excepciones: Javier Camarena, uno de los mejores tenores del mundo, y esta mujer, Concha Velasco, que volvió a reconocerme y a llenarme de besos y sonrisas todas las veces que me la encontré, que fueron unas cuantas.

Eso es lo que diferencia a una gran actriz de una bellísima persona. Grandes actrices hay unas cuantas; bellísimas personas, no. Eso sí, siempre me preguntó por Mariñas. Con muy mala leche. Así era su sentido del humor.

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