Joaquim Coll Historiador y articulista
OPINIÓN

Cuando se esconde una bandera

Sánchez y Aragonés se reúnen en Barcelona.
Sánchez y Aragonés en su reunión del jueves pasado.
Captura de TVE
Sánchez y Aragonés se reúnen en Barcelona.

La semana pasada, a las puertas de la Navidad, lo sucedido en el Palacio de la Generalitat pasó desapercibido. En parte porque estamos tan acostumbrados a los desaires hacia todo lo que nos une que ya nada nos sorprende. Pedro Sánchez se fue el jueves a Barcelona para reunirse con Pere Aragonès y compensar así a ERC por los cariños que el PSOE presta a Junts en Suiza. Tras el encuentro hubo una comparecencia ante los medios en la galería gótica del Palacio, que no fue conjunta, sino por separado, lo cual expresa como mínimo miedo a contradecirse en público. 

Acudió primero Sánchez, de pie tras un atril, flanqueado por dos banderas, la catalana y la española. Rechazó el referéndum de secesión, elogió los acuerdos sobre algunos traspasos e invocó el imperativo de seguir avanzando en el diálogo. La comparecencia de Aragonès se demoró unos minutos, el tiempo suficiente para que una conserje retirase a hurtadillas la bandera española, dejando solo la cuatribarrada. Y así fue cómo el representante ordinario del Estado español en Cataluña, autoridad que ostenta el presidente de la Generalitat, compareció escondiendo la bandera española, sin que ningún periodista le preguntase sobre el significado de ese hecho.

Alguien ha dicho que se trata de un gesto que, de tan pueril, es inofensivo, sin mayor importancia. No estoy de acuerdo. Entiéndaseme bien. No se trata de ofenderse, que en España nos sobran los ofendiditos, pero sí de constatar la falsedad del discurso sobre el reencuentro. Por desgracia, estamos en lo de siempre. Esto va de ceder a los chantajes de los nacionalistas y pasar por alto sus continuos escarnios hacia los símbolos y las instituciones comunes. Que es obligatorio prometer la Constitución, lo hacen, pero de forma torticera y afirmando a renglón seguido que en realidad trabajan para destruirla. Que son llamados a consulta por el rey para proponer candidato a presidente del Gobierno, no acuden, como tampoco a la jura de la princesa Leonor o al acto de inicio de la legislatura para escuchar a Felipe VI. El respeto institucional solo lo exigen para ellos.

Lo suyo es amenazar, denunciar, exigir, mostrarse hipersensibles a cualquier ofensa, real o imaginaria, y creerse las víctimas, aunque cobrando los sueldos más altos de España. Ahora se abonan al plurilingüismo que les promete Sánchez, pero el bilingüismo en la escuela catalana les produce urticaria. La afirmación y el reconocimiento de la pluralidad española les gusta, pero nunca dentro de Cataluña, donde niegan que exista división social sobre la consulta que exigen celebrar. Con el gesto grosero de esconder una bandera, algo que no hacen cuando les visita una autoridad extranjera, exhiben mucho más que su mala educación.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento