OPINIÓN

¿A qué huele la Navidad?

La decoración de la mesa en Navidad es más importante de lo que pensamos.
Imagen de archivo de una cena de Navidad.
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La decoración de la mesa en Navidad es más importante de lo que pensamos.

Si la Navidad es nuestra infancia, ¿a qué huele la tuya? ¿A polvorón y canela? El poder evocador de la memoria olfativa es asombroso. En realidad es doble, a largo plazo y emocional. A diferencia de los recuerdos con otros sentidos, el del olfato nunca envejece; todos conservamos nítido, imborrable, el aroma de la piel de nuestra madre, de los guisos de la abuela, del primer beso, incluso de esa naftalina del armario.

Y no es más que química. La emanación de cuerpos volátiles contenidos en determinadas moléculas recogida por unos receptores ubicados en el epitelio olfativo alojado en las profundidades de las fosas nasales. Tenemos buenas narices. Somos capaces de detectar hasta 10.000 olores diferentes. La mayoría, el 80%, nos provocan aversión. ¿Te parece raro? En absoluto.

El olfato tiene, ante todo, una función biológica de alerta. Se quema algo, alguien está enfermo, incluso enfadado o nervioso y lo sabemos con solo olerlo. Mérito de una historia evolutiva de millones de años escapando de peligros. El 20% restante de los olores nos suscita emociones positivas, las que nos unen con la familia, el clan, las personas queridas y los momentos bellos. Pero, ¿por qué nos acordamos más de los olores de la infancia que de los actuales? Lo ignoro.

Decía Andy Warhol que los olores tienen una capacidad especial para conectar el pasado con el presente. Cambiaba cada pocos meses de perfume para que su olor le recordara momentos muy concretos de su vida. Le obsesionaba la posibilidad de poder guardar en frascos de esencias aromas de sus recuerdos más queridos, como el de los carros de perritos calientes de Nueva York.

¿Cuál serían los tuyos? ¿Qué guardarías esta Navidad en el frasco de la memoria olfativa?

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