Helena Resano Periodista
OPINIÓN

Una aventura mal entendida

El joven Iago Negrón ha reaparecido.
El joven Iago Negrón ha reaparecido.
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El joven Iago Negrón ha reaparecido.

Iago quería saber qué pasaba si uno desaparecía. Qué diría la gente, cómo sería estar unos días sin que los tuyos supieran de ti. Hacer bomba de humo. Dejar a todos en vilo, con la incertidumbre de si volverás o no, de si sigues vivo o no, de si te ha pasado algo horrible. Sí, quería vivir esa experiencia, o al menos es lo que le había dicho a algún amigo unos días antes de desaparecer. Luego una bronca, un enfado más propio de un niño de 4 años que de uno de 19, que son los que tiene Iago, le empujaron a hacer realidad esa conjetura. 

Dejó su móvil y su cartera en casa, con unos vídeos un tanto inquietantes y se fue. Sin decir nada. Dejando a sus padres con el corazón en un puño, movilizando a todo un país: con su foto circulando de móvil en móvil primero, después en redes sociales y, luego, ocupando minutos y minutos de televisión y con la Policía activando una alerta de búsqueda.

Iago nunca se fue de Madrid. Su abono transporte delataba que estaba dando vueltas por la ciudad, yendo de un lado a otro. Si era él o no, si era alguien que le había robado el carnet no se sabía, era lo que la Policía intentaba averiguar mientras la posibilidad de que todo se tratara de una chiquillería (de un chaval ya adulto, con sus 19 añazos, pero chiquillería) empezaba a abrirse camino.

Justo la víspera de Nochevieja, Iago apareció. Envió un mensaje a través de redes en el que explicaba que se había ido unos días, que había estado durmiendo en la calle y que no se había enterado de nada. Admitía que no había sido la mejor de sus ideas y, en un espejismo de sensatez en medio de toda esta historia tan absurda, pedía a quien le leyera que no siguiera su ejemplo, que no le imitara. Es lo único sensato que ha hecho y dicho durante estos días, admitámoslo.

Quería vivir una aventura y durante dos días ha tenido a un país y, sobre todo a sus padres, en vilo, con la angustia de no saber qué había pasado. El primer día estuvieron llamando a todos los hospitales, buscando a su hijo desesperadamente, con mil posibilidades rondando su cabeza. Afortunadamente, su historia ha terminado de la mejor forma posible y bien sabemos que esto no suele acabar habitualmente así. Que las desapariciones de adolescentes suelen ser inquietantes, preocupantes…

Lo de Iago ha sido la historia de una aventura mal entendida, la del aburrimiento propio de chicos que buscan vivir experiencias diferentes y que no han medido las consecuencias de lo que eso supone. En redes hay mil y un reto cada cual más peligroso, más insensato y más descabellado que el anterior. Al menos los padres de Iago se tomaron las uvas tranquilamente en casa, con su hijo al lado. Suspirando porque, esta historia, esta vez, ha tenido un final feliz. 

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