OPINIÓN

Un cuento de terror

Una excavadora descarga los cuerpos de palestinos muertos, en Gaza este martes.
Una excavadora descarga los cuerpos de palestinos muertos en Gaza.
Associated Press/LaPresse
Una excavadora descarga los cuerpos de palestinos muertos, en Gaza este martes.

En 1884 Robert Louis Stevenson publicó un cuento de terror, cercano al suceso y firmemente anclado en la fantasía victoriana, titulado El ladrón de cadáveres. La trama recuerda de forma escalofriante al tráfico de cuerpos que se ha descubierto esta semana en Valencia y que vincula, como el propio cuento hacía, a determinados trabajadores de una funeraria y a las universidades que precisan de cadáveres para su estudio. Si leen a Stevenson, algo más que recomendable, comprobarán los giros éticos que el narrador introduce en el cuento, la manera en la que los protagonistas progresan de la profanación al asesinato, cómo pierden línea a línea los escrúpulos y la humanidad cuando inician el contacto con la avaricia y la cobardía.

A la estafa, al crudo intercambio de dinero por los cuerpos de unas personas en situación vulnerable que los investigados sabían que contaban con pocas posibilidades de ser reclamadas, se une un escalofrío: existe una resistencia en cualquier ser humano a verse reducido únicamente a un cuerpo, a un despojo; una repugnancia instintiva ante esa falta al respeto que merece quien vivió. Ese bulto de arpillera tuvo un nombre, unos apellidos, dejó una huella en su entorno.

Y sin embargo, mueren en un constante goteo y vemos así tratados a diario a niños, ancianos y mujeres atrapados en bombardeos y asesinatos en las dos guerras que este año avergüenzan a Occidente. Hay más, pero nuestra atención parece incapaz de abordar algo más que la noticia inmediata. Sí, nos los muestran, cuerpos entre el polvo, bultos blancos, amortajados como se puede en el mejor de los casos, que se apilan en fosas comunes. Como en el cuento de Stevenson, hay quien roba cadáveres y hay quien, cuando no le parecen suficientes, los genera. Y nos escandalizan, así somos de mezquinos, de viles, más los primeros que los segundos.

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