'Aprendiendo a caer' de Mikael Ross, el cómic que se cuela en una comunidad pionera de convivencia de personas con discapacidad

'Aprendiendo a caer'.
'Aprendiendo a caer', de Mikael Ross.
RESERVOIR BOOKS
'Aprendiendo a caer'.

 El alemán Mikael Ross vivió casi dos años en Neuerkerode, una comunidad donde la mitad de la población la conforman personas con discapacidad intelectual, estancia de la que nació Aprendiendo a caer, una novela gráfica sobre un joven obligado a desembarcar en la vida real tras la muerte de su madre.

El protagonista "físico" de esta historia de descubrimiento vital y sexual -en un atípico "coming of age"- que combina hábilmente humor y drama es el ingenuo posadolescente Noel, cuya existencia tranquila en un piso de Berlín, junto a su madre, queda alterada cuando ésta entra en coma, lo que deja al chico en manos de los servicios sociales.

Y es entonces cuando surge para el lector la inesperada revelación de la historia: Neuerkerode, un escenario real situado en la Baja Sajonia, creado en 1868 por una filántropa y un sacerdote para acoger a personas con diferentes discapacidades intelectuales y físicas, en un modelo convivencial y laboral pionero, a donde llega Noel sin entender bien de qué va todo aquello.

Ross recibió el encargo del director de Neuerkerode -un sacerdote ya fallecido- de intentar explicar por medio del cómic y con motivo de sus 150 años el día a día en esta comunidad, en la que viven unas 1.800 personas, 800 de ellas con discapacidad y de diferentes edades mientras que el resto son personal asistencial, sanitario, cuidadores, cocineros, profesores...

Una existencia la de esta comunidad en entredicho cuando se gestaba el libro ante las nuevas perspectivas sobre política de integración del estado alemán, explica el autor de Aprendiendo a caer (Reservoir Books) en rueda de prensa telemática desde Berlín.

En un principio, pensó en el género periodístico y documental, pero no encontró el tono y optó finalmente por la ficción, aunque inspirada en las historias que le contaron los residentes y en sus propias vivencias en la comunidad, donde pasaba periodos de entre cuatro o cinco días, y para lo que recibió plena libertad y permisos por parte de los responsables.

"Empezaron a confiar en mí y a contarme historias sobre el lugar. Quería mostrar algo desde su perspectiva, sin que se identificaran a las personas. Escogí algunas de ellas y las transformé en personajes de ficción", desvela Ross (Munich, 1984), que procede del mundo del diseño de vestuarios, profesión que combina con el cómic (es autor también de "El joven Ludwig").

El resultado del libro, revela, ha gustado a los residentes, aunque reconoce, con una media sonrisa, que no ha podido evitar que ellos se identificaran en los rasgos de los personajes "de ficción", a los que dibujó con los sencillos lápices de colores que los habitantes de este pequeño poblado utilizan en sus talleres de arte y manualidades.

El historietista remarca que la convivencia en Neuerkerode, como se ve en la novela, es a veces complicada, pero ofrece una libertad a muchas personas con discapacidad que no tienen en las grandes ciudades -en Alemania no pueden salir a la calle sin acompañantes- y de hecho, indica, hay residentes cuya estancia no resulta tan placentera como la de quienes trabajan, van a clase o hacen actividades.

"La imagen es muy importante para estos lugares, porque si se cree que es un lugar horrible nadie querrá ir", afirma el autor, quien reconoce que al principio, antes de comprobar en vivo su funcionamiento, él mismo era escéptico sobre el lugar.

La novela gráfica, que se desarrolla en el presente, se aprovecha sutilmente de un "flashback" de uno de los personajes, inspirado en una residente de 93 años, para recordar los trágicos momentos que se vivieron en Neuerkerode durante al nazismo, cuando las políticas de eugenesia y de "pureza de la raza" llevaron a Hitler a asesinar a los residentes que vivían en la comunidad.

"El Holocausto como tal es una parte brutal de nuestra historia, pero cuando escuchas que se llevaban a estos niños y desaparecían... es algo brutal e implacable", afirma el autor, que antes de enfrentarse al libro desconocía este tipo de prácticas del régimen nazi.

Aprendiendo a caer, traducida ya a diez idiomas, ha tenido desde su publicación original en 2020 una exitosa trayectoria entre la crítica (premios Max und Moritz y el Rudolph Dirkd Award) y ahora está en proyecto su salto al cine. Un éxito al que Ross, que se define como "muy introvertido", suma el poso de su experiencia personal.

"Ellos me mostraron algo, que no tengo que tener miedo del mundo y que puedes lanzarte y puedes hablar con la gente, que te puedes reír de ti mismo. Es lo que realmente aprendí, que no tienen miedo de reírse de ellos mismos. Les da igual reírse, burlarse de ellos mismos", resume el dibujante. 

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