Crisis agraria en la UE

Rebelión en la granja: una contracrónica del cabreo agrario con Bruselas

Un tractor apostado en el barrio europeo de Bruselas.
Un tractor apostado en el barrio europeo de Bruselas.
Emilio Ordiz
Un tractor apostado en el barrio europeo de Bruselas.

Cuando George Orwell escribió Rebelión en la granja lo que quiso hacer fue una metáfora; lo consiguió, y plasmó sobre el papel la que luego ha sido una de las obras cumbre de la literatura universal. Realidad y ficción nunca están demasiado lejos y la palabra "rebelión" puede usarse perfectamente también para explicar lo que sucede con el sector del campo europeo. Los agricultores son los protagonistas y a sus ojos la UE y los gobiernos nacionales los malos de una película que está basada en hechos reales. Además, no hay foto que mejor represente sus movilizaciones que la de una Bruselas lúgubre, azotada por su incesante lluvia y rodeada por el ruido de claxon, gases lacrimógenos, sirenas y voces que piden un cambio... y lo piden ya.

Si es cierta, que a veces lo es, la frase de que la Unión Europea se forja en la crisis esta con el sector primario podrá leerse no solo en los medios, sino también en libros. Como el de Orwell, pero sin necesidad de figuras poéticas. El gas pimienta utilizado por los agentes desplegados por todo el barrio europeo duele, quema en la garganta y en los ojos, pero quienes tienen su voz ya cogida son los agricultores que insisten en que van a "volver" a la capital comunitaria "tantas veces como sea necesario" para que les escuchen.

Los agricultores piden soluciones a golpe de claxon pero el ruido todavía no despierta a los políticos. Ni siquiera aunque estén a escasos metros, como sucedió este lunes: en un lado de la calle había neumáticos ardiendo; en el otro, los ministros de agricultura de los 27 buscaron soluciones, pero no las encontraron. Y ese es el kit de esta novela: sin soluciones no habrá calma. Seguirá la rebelión de una granja no ficticia que es la que alimenta a una sociedad llamada a las urnas en menos de tres meses. Se dice que todo se junta en Bruselas, y pasa también con los sentimientos porque hay rabia en el lado del campo, cansancio y poca confianza. Y hay prisas en la parte de la que se ocupan las instituciones.

De lunes a viernes el barrio europeo no es precisamente tranquilo, pero esta semana empezó con mucho más que un mero ajetreo de pleno invierno todavía en Bruselas. Todo era complicado: lo es la situación de los agricultores, también el trabajo de la prensa o de unas tiendas, supermercados y bares que quedaron cerrados por "seguridad", esa que ahora mismo no tiene el sector del campo. El mensaje que mandaron los trabajadores, escrito en la parte frontal de sus tractores, era una llamada de socorro: "Nuestra ruina, vuestro hambre". Sin padres o madres que saquen la 'granja' adelante no habrá futuro para los hijos, insistieron.

Los ministros de Agricultura, al final, son presos del propio proceso de decisiones de la UE, y esa toma de medidas ni siquiera cambia el paso cuando el edificio en el que se reúnen queda rodeado por 900 tractores que piden un cambio; igual que el paradigma del mundo es otro y la Unión se ha tenido que adaptar, ahora tendrá que conjugar su ansiado -y en muchas cosas positivo- Pacto Verde con las peticiones de un sector que aglutina el 33% del Presupuesto europeo, pero que no se centra ya en el cuánto, sino en el cómo.

La distancia entre la gente y la clase política, tantas veces representada por el propio Orwell, es grande y en Bruselas saben que la tienen que acortar, pero de nuevo la clave vuelve a estar precisamente en el cómo. Una representación de agricultores fue recibida en la sede del Consejo por el comisario de Agricultura, Janusz Wojciechowski, y por el ministro del ramo belga y presidencia de turno de la UE, David Clarinval. "Lo que queremos es que nos escuchen", explicaron algunos agricultores. Lo que ahora quieren los 27 y la Comisión Europea es demostrar que ese "diálogo" no llega tarde.

Los agricultores también se manifiestan en Bruselas

Quien pasea alrededor de los tractores siempre está tentado de parar a hacerles fotos, hay gente que incluso se para a hablar con los agricultores. Es compatible conocer que la PAC (y por tanto el sector primario) absorbe casi un tercio del presupuesto de la UE y entender que el bloque comunitario está para dar respuesta a los reclamos. Las pancartas se elevan por encima del humo que dejan las protestas: no a Mercosur, no a tanta burocracia. No, en definitiva, a "esta UE". El enfado es un canalizador del voto, y a veces el agobio a Bruselas le entra porque los comicios están a la vuelta de la esquina.

Las protestas de los agricultores son cíclicas y este lunes caminar por el barrio europeo era tarea complicada. A los lados, gases; en frente, furgones policiales y cordones para retener el avance de los tractores. Todo envuelto de reivindicaciones. Hubo cargas de los agentes, hubo incluso música con los claxon de los tractores, hubo gritos. Bruselas no es una ciudad acostumbrada al silencio, y por eso quizá llega a ella un sector del campo que solo quiere, dice, ser escuchado. Los receptores del mensaje, a nivel nacional y europeo, prometen... y la rebelión parece que solo parará si cumplen esas promesas.

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