OPINIÓN

La dosis del PP

El presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, en el Congreso
Europa Press / Archivo

A lo largo de varias semanas, Alberto Núñez Feijóo tomó la decisión de estar en los medios todos los días a todas las horas. El líder del PP se mostraba entusiasmado –motivos tenía– por la victoria de su partido en Galicia por mayoría absoluta. Esas elecciones eran una bola de partido para Feijóo: si el PP ganaba, pero no podía gobernar, el líder del partido tenía muchas opciones de dejar de serlo. Por el contrario, si los populares renovaban la mayoría absoluta en las autonómicas gallegas, Feijóo se sentiría confirmado en un acto plebiscitario. Así fue, y el presidente del PP entró en una fase eufórica y, como consecuencia, de un cierto descontrol emocional.

Pero con el paso de los días –y, aparentemente, tranquilizado el ánimo– Feijóo ha decidido limitar su presencia pública a determinados momentos, dejando la actividad mediática a sus subalternos. Y ahí está el peligro, porque el nivel de buena parte de tales subalternos se ha demostrado manifiestamente mejorable. Algunas intervenciones en el Parlamento, al igual que muchas otras en los medios de comunicación, resultan sorprendentes por la lejanía que muestran con la lógica, la razón y el grado de arremetida asumible. Que la oposición está para oponerse es parte del juego democrático. Pero la tarea de oponerse también obliga a ofrecer una alternativa interesante y sugestiva, y en esa labor de conformar un equipo sólido, Feijóo tiene mucha faena por delante.

El líder de un partido que aspira a sustituir a quien está en el poder está obligado, entre otras, a realizar tres tareas fundamentales. La primera es conformar un proyecto político que genere esperanzas e ilusión en una mayoría social que, después, se transforme en mayoría electoral. La simple espera de que el Gobierno caiga por el peso de sus errores genera poco entusiasmo.

La segunda tarea es conformar un buen equipo. El ciudadano tiende a examinar al líder, pero también aspira a que se rodee de personas cualificadas, que den muestras de solvencia en las materias en las que sean especialistas.

Feijóo ha decidido limitar su presencia pública a determinados momentos, dejando la actividad mediática a sus subalternos. Y ahí está el peligro, porque el nivel de buena parte de tales subalternos se ha demostrado manifiestamente mejorable

Y el tercer objetivo es gestionar bien la oposición. Eso supone, entre otras cosas, controlar la dosis de crítica que se aplica al Gobierno y, sobre todo, controlar el tono de esa crítica. Lastimosamente, no nos sobran ‘castelares’ en la política española. La brillantez dialéctica escasea en todos los bandos. Pero entre la calidad discursiva y la zafiedad parlamentaria hay un amplio margen, en el que se debería encontrar el adecuado punto medio. Y eso será más fácil si se elige a las personas adecuadas para cada puesto, no solo a las más cercanas. Pero en la política española se suele priorizar la lealtad personal. Y solo con eso, no da.

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