Francisco Gan Pampols Teniente general retirado
OPINIÓN

Cultura y conciencia de la defensa

Un miembro de las Fuerzas Especiales Españolas, con un fusil de asalto G36.
Un miembro de las Fuerzas Especiales Españolas, con un fusil de asalto G36.
WIKIPEDIA/Brian Ferguson (USAF)
Un miembro de las Fuerzas Especiales Españolas, con un fusil de asalto G36.

En fechas recientes el ministro de defensa alemán Boris Pistorius ha realizado una declaración de intenciones que ha levantado una polémica que se creía ya superada, la recuperación del servicio militar obligatorio en la República Federal de Alemania para el año 2025. La acogida de la medida ha sido desigual entre los representantes políticos y entre los que se verán afectados en caso de prosperar. En general, no ha tenido una recepción entusiasta, toda vez que este tipo de decisiones llevan aparejadas una serie de reacciones en cadena que acaban afectando no solo al ámbito de la defensa y que, además, soportan una carga ideológica añadida que entra de lleno en los procesos electorales y el ejercicio del poder.

Hace algo más de un año y sin que la guerra de Ucrania fuera el factor catalizador, el presidente de la República francesa Emmanuel Macron lanzó un globo sonda parecido y que, a la vista del rechazo que generó, se apresuró a retirar. Son diez los países europeos en los que existe el servicio militar obligatorio (Suecia, Noruega, Dinamarca, Finlandia, Austria, Estonia, Letonia, Lituania, Francia y Grecia) si bien es cierto que con compromisos y duración diversa y en su modalidad mixta, coexistiendo con un núcleo de soldados profesionales que representan la capacidad permanente de defensa.

Los ejércitos profesionales son consecuencia de varios factores desde la complejidad y sofisticación de los sistemas de armas modernos, hasta la extrema especialización de algunas tareas y cometidos relacionados con los equipos que se manejan. Además, y de manera acusada, destaca la falta de atracción de las fuerzas armadas para una población joven que se rige por principios alejados de la seguridad y la defensa y que no contempla como preocupación principal la supervivencia como estado ni la preservación de la forma de vida que lleva.

La falsa percepción de seguridad ha calado profundamente en la sociedades occidentales —no en todas por igual ciertamente— de tal manera que compromisos como la contribución personal a la defensa nacional han sido “externalizados” en una parte de la ciudadanía que decide voluntariamente profesionalizarse en el área de la seguridad y la defensa y que erróneamente se considera por el resto como responsable de la seguridad. Lo cierto es que para situaciones de crisis o conflictos de baja intensidad con una contribución modesta a la defensa colectiva dentro de organizaciones como la OTAN, se aguanta el tipo y el sistema funciona. Otra cosa es cuando a lo que se hace frente es a un conflicto de alta intensidad como el de Ucrania en el que el número de muertos y heridos es escalofriante y obliga a una reposición continua de las bajas. Entonces, los ejércitos profesionales, generalmente reducidos, agotan rápidamente su capacidad de sostenimiento y necesitan emplear la movilización de recursos humanos adicionales. Es lo que se conoce como reserva movilizable, siempre escasa en número y que requiere un refuerzo adicional del que no se dispone salvo movilización general.

En una encuesta realizada en España el año 2022, solo el 22% de los españoles entre 18 y 35 años estaría dispuesto a defender a España

La guerra de Ucrania ha vuelto a traer a escena el empleo de ejércitos muy numerosos, con muchas unidades de combate y apoyo actuando en frentes extensos, e incluso el retorno a la guerra de trincheras. No hay en Europa en la actualidad ningún ejército que pudiera sostener el esfuerzo bélico que supone un conflicto así sin movilizar recursos adicionales. Ello significa forzosamente la conscripción, la llamada obligatoria a filas, la formación militar de base a los recién incorporados, el adiestramiento en unidades, su encuadramiento y empleo posterior en combate con elevada probabilidad de causar baja en los enfrentamientos. Es aquí donde entra de lleno la voluntad de servir, la capacidad de adquirir un compromiso solidario con nuestros conciudadanos para defender a nuestra nación, nuestra patria.

En una encuesta realizada en España el año 2022, solo el 22% de los españoles entre 18 y 35 años estaría dispuesto a defender a España. En el extremo opuesto, el 80% de los finlandeses estaría dispuesto a defender Finlandia empuñando las armas. Algo grave y preocupante ocurre para que aparentemente resulte irrelevante perder la libertad, la dignidad y el futuro sin hacer nada al respecto. Si la necesidad surgiera , no se podría improvisar.

Decía Blas de Lezo “Una nación no se pierde porque unos la ataquen, sino porque quienes la aman no la defienden”

Conviene tener muy presente que nadie hará por nosotros lo que nosotros no hagamos en primer término y de forma ejemplar. Para revertir esta situación de desinterés y ajeneidad conviene diseñar y aplicar medidas que conciencien a la sociedad de la importancia de la contribución personal, de que la justicia, el bienestar y la convivencia no se defienden solas y que en ocasiones pueden exigir sacrificios teniendo que estar preparado para hacerlos. Y, sobre todo, que somos nosotros los que tendríamos que asumirlos, porque no habría profesionales suficientes para garantizar nuestro modo de vida. 

Decía Blas de Lezo “Una nación no se pierde porque unos la ataquen, sino porque quienes la aman no la defienden”.

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