Días rondándome la misma idea: ser humilde y, pese al éxito, saber (y poder) mantener intacto ese sentimiento de ser un recién llegado. Conservar las mismas ilusiones, similares ganas y haciendo gala de la humildad. A juzgar por lo que veo por ahí, no debe ser tarea fácil.
Estrellas del rock, presentadores, jefes en puestos de poder… ¿A cuántos conocéis? ¿Cuántos de ellos han cambiado al rozar el éxito? El poder corrompe. Eso dicen. Y el éxito pues… también.
El otro día estuve en una clase universitaria en la que grandes nombres del periodismo y la comunicación dieron consejos a estudiantes de Periodismo y compartieron algunas claves y experiencias para lograr una exitosa, fructífera y duradera carrera. La palabra más repetida fue ‘humildad’.
Las cámaras, los micrófonos y también lo que se lee entre líneas en los textos nos permiten intuir quién es y cómo es la persona que está al otro lado. Es como lo del dicho "los ojos son el reflejo del alma": las cámaras lo captan todo, son el ojo que todo lo ve. Son capaces de registrar aquello que es incluso imperceptible en un cara a cara. ¿Qué sentido tiene que un artista actúe continuamente en las entrevistas? ¿Por qué hay presentadores que se comportan de un modo diverso delante y detrás de las cámaras?
Es imposible fingir. No es probable que una mentira se pueda ocultar durante tanto tiempo. En algún momento acaban sacando la patita y se les ve el cartón. La verdad siempre gana y la originalidad está reñida con la falsedad.
Seamos como seamos, y salvo que tengas una personalidad de caca, lo mejor es mostrarnos siempre reales. Verdaderos, imperfectos pero honestos y humildes. ¿De qué sirve que te quieran (o admiren) si no lo hacen por ser quien realmente eres?
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