Juan Luis Saldaña Periodista y escritor
OPINIÓN

El curioso orgullo de no haber leído El Quijote

Don Quijote y Sancho por Madrid.
Don Quijote y Sancho por Madrid.
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Don Quijote y Sancho por Madrid.

Ha aparecido en Twitter un grupo de usuarios que reconoce no haber leído El Quijote. Lejos de mantener este hecho como una carencia de mayor o menor importancia en sus vidas, lo llevan a gala y pretenden encontrar en el eco de los demás una justificación. Hay excusas y motivos comprensibles en sus argumentos y también se percibe un cierto hartazgo y unas ganas enormes de derribar un mito que, para ellos, empieza a oler a rancio.

La ignorancia es muy atrevida y, cuando se da en grupo, puede llegar a ser inflamable. El silencio es un lujo que pocos pueden permitirse en este mundo de opiniones baratas, chistes inmediatos con puntuación y recompensa automática de dopamina como la galletita que recibe el perro obediente. Mostrar una carencia con orgullo es una actitud complicada que suele retratar al ignorante, al obstinado y al bocazas. El silencio es, cada vez más, un rasgo de los sabios.

Una usuaria de la citada red social se mostró sorprendida al comprobar que nadie en su conversación sabía el nombre real de Dulcinea del Toboso. Y abrió la caja de Pandora. Entre los chistes baratos, las parodias y demás argumentos de poca monta que se pueden leer en la discusión, hay alumnas ideas rescatables en este pequeño brote de sincero sarampión cultural. Algunos de los que allí se manifiestan explican que odiaban el libro por el modo en el que se lo impusieron en el colegio. Otros se quejan de tener que haber respondido a preguntas capciosas sobre nombres, colores, descripciones y demás detalles del texto para justificar su lectura.

El ignorante digital podría no serlo con mayor facilidad, pero lo es más, por lelo y empecinado.

Es verdad. Nos sucedió a muchos y he comprobado que sigue ocurriendo, pero ya no en los colegios ni en los institutos que, por desgracia, han renunciado en su mayoría a leer la novela y se conforman con una teoría descafeinada y leer cuatro frases del original. El virus del test -también llamado control por horteras e indocumentados- hace tiempo que llegó a las facultades de Filología Hispánica donde los profesores se aseguran de que el alumno ha leído el libro mediante unos test infumables en plataformas digitales que son enemigas del buen gusto y de la cultura.

El ignorante digital podría no serlo con mayor facilidad, pero lo es más, por lelo y empecinado. Podría ver, quizá, un vídeo maravilloso en la red en el que alguien explica El Quijote con pasión y, quizá, a partir de ahí, acercarse de nuevo con un interés propio y no impuesto a una joya innegable. Pero lo digital, por desgracia, nos lo pone todo más difícil. Nos quita la paciencia, nos enerva, nos exige chistes, chorradas, bufonadas y polémicas. Nos cuesta dominar a la fiera.

Mientras tanto, algunos pijos, sin saberlo, ponen a sus hijas nombres que aparecen en El Quijote. Otros se fascinan viendo series de televisión en las que se repite la idea genial que propuso Cervantes en contextos diferentes y con otras caras, pero ellos creen haber visto lo más moderno. Los más torpes repiten frases incorrectas del libro a modo de refranes sin saber de dónde han salido y no entienden nada. Lo más triste es que andan todavía muy lejos de intuir lo ignorantes que son. 

Juan Luis Saldaña
Periodista y escritor

Colecciono coca colas falsas en lata y hago fotos a las bolsas de plástico en los árboles. He publicado libros de poemas y relatos. Mi última novela es "Hilo musical para una piscifactoría". Se llevó al cine bajo el título de "Miau". He sido redactor en prensa, presentador en tele y radio y ahora me piden que opine. Licenciado en derecho, MBA, máster en periodismo y doctor en comunicación e información. He tenido una agencia de marketing, alguna experiencia de éxito en comercio electrónico y doy clases en algún máster sobre esto.

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