Melisa Tuya Redactora jefe de '20minutos'
OPINIÓN

La enfermería y la discapacidad

Una enfermera atiende a una anciana en silla de ruedas
Una enfermera atiende a una anciana en silla de ruedas
GETTY/Alvarog1970
Una enfermera atiende a una anciana en silla de ruedas

 Somos muchos los que cuidamos a diario a personas con discapacidad, por amor en el mejor de los casos o por obligación en el peor. La mayoría mujeres con su mochila de renuncias, hay estadísticas. Y siempre es una tarea más fácil si hemos venido pertrechados de serie con el gusto por cuidar. El gusto es antesala frecuente de la habilidad. 

No sé si es genético o ambiental, probablemente todo influya, pero hay personas más inclinadas que otras a los cuidados, estoy convencida. Hombres y mujeres para los que cuidar a otros seres vivos es una cualidad intrínseca, no un trabajo forzado. Aunque aquí no hay números, me temo, solo percepciones.

Yo soy una de ellas. Cuido porque debo, porque me ha tocado cuidar y que me necesiten. Me ayuda mucho en esa tarea diaria el hecho de que soy una cuidadora nata. Me lo dijo hace unos meses una enfermera en un hospital de rehabilitación, en el que la discapacidad es una constante, y tenía razón. De hecho entre mis aficiones de siempre está el cuidado a animales y plantas, también a mí misma. Una suerte, dada mi situación con dos personas dependientes a mi cargo. 

Viene otra percepción: muchas de las personas que trabajan como enfermeras tienen ese mismo gen del cuidado - llamémosle así, con campechanía -, esa misma inclinación por ayudar al otro, por mitigar su dolor físico o anímico si está en su mano y por hacerlo de buen grado. 

Así lo creo y así debería ser al menos. Una vocación natural que también puede facilitar el día a día a esas mismas enfermeras cuando las condiciones laborales no son las mejores, la responsabilidad pesa y los pacientes a su cargo no evolucionan como desearían.  

La preparación es imprescindible, tanto como la vocación, y la discapacidad plantea desafíos particulares y crecientes   

Hoy es el día de las enfermeras, el día que nació Florence Nightingale en 1820, destinada no solo a cuidar, sino a ser considerada uno de los símbolo de los cuidados, de la enfermería.  "Dedicaré mi vida al bienestar de las personas confiadas a mi cuidado", termina el juramento con su nombre que hacen una legión de nuevos enfermeros desde 1893.

Tienen en frente a la enfermedad y a la discapacidad, cada una con sus retos, siempre representadas en individuos únicos y valiosos. La preparación es imprescindible, tanto como la vocación, y la discapacidad plantea desafíos particulares y crecientes.   

"Consideramos fundamental que los equipos de enfermería tengan conocimientos y competencias necesarias para contribuir a garantizar la Accesibilidad Universal y los derechos de las personas en situación de discapacidad". Es una reivindicación de X Talento joven, de Fundación ONCE, que comparto.

Nada que ver tiene tratar a una persona que oye, ve y coopera que a un anciano con alzhéimer, un niño con autismo o un adulto con daño cerebral adquirido, casos en los que la sensibilidad, percepción, comprensión y expresión están alteradas. La labor de las enfermeras es imprescindible, hacen mucho por nosotros y tenemos que apoyarlas porque las necesitamos cada vez más y mejor pertrechadas para atendernos en una sociedad en la que las personas con discapacidad están cada vez más presentes y reclamando sus derechos. 

Melisa Tuya
Redactora jefe de '20minutos'

Soy periodista en '20minutos' y escritora. Coordinadora de 'Capaces' y 'Animaleros'. He ganado el premio Tiflos 2019 de la Once por el reportaje 'La otra vuelta al cole, la de los niños con discapacidad y enfermedades crónicas'; fui ganadora española y finalista europea en 2012 del Health Prize for Journalists de la Comisión Europea; Premio Blasillo al Ingenio en Internet en el Congreso de Periodismo Digital de Huesca en 2008 y Premio Huella de Oro en dos ocasiones al Periodista más comprometido con la protección animal de la Asociación Nacional de Amigos de​ los Animales. Como escritora tengo tres libros publicados: la novela de ciencia ficción Galatea (Lapsus Calami, 2014); el ensayo Tener un hijo con autismo (Plataforma, 2017) y Mastín y la chica del galgo (2019) a beneficio íntegro de la Fundación Amigos del Perro.

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