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'Blind tennis' o tenis para ciegos: "La discapacidad es hacerlo lo mejor posible con tus limitaciones"

Gema Mariscal jugando al blind tennis en tierra batida
Cedida por Gema Mariscal

Lo llamamos blind tennis y no tenis para ciegos, es su nombre más internacional”, explica Gema Mariscal, tenista.

“Para nosotros hay tres palabras clave: ready, yes y play”, sigue Gema. El jugador que saca grita a su contrincante 'ready?' Mientras hace esta pregunta y después de hacerla tiene prohibido moverse. El contrincante se sirve del sonido de ready para hacerse una idea de dónde está colocado su adversario, por eso no puede moverse quien va a sacar. Cuando el receptor calcula dónde está su oponente, dice en alto yes. Una vez que dice yes tampoco puede moverse por el mismo motivo, para que quien saca pueda calcular dónde está colocado el receptor. Por último ya solo queda que el jugador que tiene el servicio grite play. Desde que lo dice tiene diez segundos para sacar. “A partir de que has sacado, ya te puedes mover”, explica Gema.

Gema es de Madrid, tiene 48 años y siempre ha hecho mucho deporte, antes y después de tener una discapacidad. Tuvo un accidente y desde entonces tiene una discapacidad visual. Conforme fue perdiendo visión, comenzó a participar en el mundo paralímpico. Hacía esquí y judo, aunque acabó eligiendo el judo para poder dedicarse en exclusiva. “El esquí también se me daba bien, pero no podía practicarlo todo el año”, explica. En judo fue subcampeona de Europa y del mundo, y campeona de España. “El deporte para mí es todo: lo mental, lo físico, lo social”, cuenta.

Gema dejó el judo cuando se quedó embarazada. Años después volvió al deporte, pero cambió. “Mis tíos son fanáticos del tenis. Juegan y además viajan para ver torneos. He intentando jugar con ellos pero es imposible, su pelota va muy rápido. Me da miedo, si te da la pelota hace daño. Entonces en la Once me enteré de que daban una charla de blind tenis y fui…”.

Gema juega al blind desde 2020. En este deporte hay cuatro categorías: B1, B2, B3 y B4. B1 son los ciegos totales y va hasta el B4 en función “del tipo de visión por agudeza y campo visual”, explica. Dentro de los jugadores de tenis que tienen resto visual, la categoría de Gema, la B2, es la que engloba a los tenistas que ven menos. “En el ojo izquierdo no veo absolutamente nada y en el derecho menos de 0’5”, cuenta.

Las categorías B2, B3 y B4 juegan sin guía en un campo de tenis ordinario salvo porque es poco más de un metro más corto por cada lado de la pista. Para los B1 el campo es más pequeño, se baja la red y tienen guía. Ellos tienen el suelo marcado en relieve porque no ven nada, mientras que el resto de categorías lo que tienen son cintas de carrocero para marcar el final de la pista. Son cintas como las que utilizan los ciegos para correr con sus guías.

“En España el blind tennis todavía no está oficialmente registrado”, explica Gema. “La federación española nos ha empezado a hacer caso y ya ha organizado dos open y un torneo en la Comunidad de Madrid, pero no está reconocido como deporte oficial”. Así pues Gema es profesional de este deporte, pero no. A diferencia de lo que sí sucede en el tenis en silla de ruedas o en el tenis no adaptado en el que juega Nadal, el blind tennis todavía no concede puntos a sus deportistas: “Los puntos en tenis siempre van en función de cuántos partidos ganas, a quién se los ganas, en qué torneos los ganas o si ganas un torneo, y nosotros todavía no tenemos eso. Estamos luchando para que se reconozca. En febrero se modificaron los estatutos y se había planteado que se incluyera el blind tennis, pero al final no”.

Gema es subcampeona en su categoría B2 de la Comunidad de Madrid –la campeona es María Coronel– pero en otras comunidades no hay todavía ni competiciones a ese nivel. “No hay campeones catalanes, gallegos o valencianos”, cuenta, “por eso tampoco se puede hacer todavía un torneo de España. En Cataluña, por ejemplo, hay doce o trece jugadores y están dando vueltas a hacer un torneo oficial”. En Madrid juegan federados, a pesar de que no están reconocidos oficialmente, dieciséis hombres y mujeres en las categorías B1 y B2.

Gema Mariscal juega en la categoría B2 donde compiten tenistas con muy poquito resto visual
Cedida por Gema Mariscal

Gema tuvo que dejar su trabajo tras su segundo trasplante de córnea. “Era incompatible con mi trabajo en el departamento de compras de una empresa. Me dieron la incapacidad”, explica. Dedica sus esfuerzos al tenis. “Entreno con un entrenador particular uno o dos días por semana y el domingo entrenamos juntos el equipito de blind tennis de Madrid en el Club Avantage. El blind tennis también es elitista porque es caro, yo me pago a mi entrenador personal –mi clase cuesta treinta euros y eso que me hace precio porque le gusta el blind tennis– y la reserva de la pista. El entrenamiento en el club lo pagamos entre todos, cada uno paga cuarenta y cinco euros al mes”.

La pelota del blind tennis

Otra cosa que es cara es la pelota con la que juegan. El único sitio donde pueden comprarla está en Japón. Sí, el país. “Cuando tenemos que comprar nos juntamos todos para hacer pedidos grandes. Así nos cuesta algo menos pero entre las aduanas y el cambio del yen, cada pelota nos cuesta mínimo diez euros y máximo catorce”, cuenta Gema.

La pelota es de espuma con un núcleo interno sonoro que es una pelota de pimpón o de golf con seis perdigones metálicos dentro para que suene. Tiene nueve centímetros de diámetro, es más grande que las de tenis y muy blandita, no hace daño”, explica Gema. Lo que les sucede a estas pelotas es que no tienen una vida muy larga. “A alto nivel no dura más de dos o tres meses. De los golpes la espuma se queda flojilla y cada vez botan menos”, cuenta.

Y hablando de botes, en las categorías B1 y B2 la pelota puede botar hasta tres veces, mientras que en B3 dos y en B4 una.

A pesar del sonido de la pelota y de su poca capacidad visual, Gema reconoce que utiliza más la vista que el oído para jugar. “Cuando la pelota está en mi campo, en mi lado, la ubico. Esto también es porque son muchas horas de tenis, cuando empiezas se van muchas bolas. Tienes que aprender a colocarte, cómo diriges la pelota y dónde la puede mandar el otro”.

En general los puntos en blind tennis no son muy largos porque no es raro que el tenista identifique tarde la pelota para llegar. “Por mucho que corra, no llego. Un B2, como yo, puede llegar a ver el bulto de dónde está le persona contra la que juegas –depende también del sol porque si te da de frente y te ciega, olvídate–. Lo más complejo es la ubicación en pista”, dice Gema.

A Gema le encanta medirse cuando llega a la pista. Mide con sus pies la distancia que hay desde la línea que marca el final del campo hasta la pared o dónde están los bancos colocados. “Lo hago para no tropezar, por mi tranquilidad. Por eso en pista te mueves con facilidad porque sabes dónde está todo y sabes que no te vas a chocar, te ubicas”.

A los partidos de Gema suelen ir su familia y amigos. Son ellos quienes la ayudan, le dicen cosas como si la bola va dentro o fuera. “Yo eso solo lo veo en mi campo y no siempre. En el campo contrario no lo veo”, dice. “Son nuestros ojos, nuestra vista. Nos dan apoyo, te dicen cosas como más arriba, más abajo”.

“Mi tío me da clases particulares cuando nos juntamos. Yo hay bolas que no voy a darle porque las pierdo en el campo visual. Cuando me vienen por el lado izquierdo, que no veo, es muy difícil que le dé. A veces mi tío me dice pensé que ibas a darle a esa bola y yo tío, es que no la veo. Sé que un fallo está ahí, es imposible. La discapacidad es eso, hacerlo lo mejor posible con tus limitaciones, pero las limitaciones siguen estando. Mejoras de entrenar, acaba siendo algo intuitivo. Al final es por esfuerzo y repetición”, concluye Gema. 

Soy periodista social freelance, creadora del blog Grandes Minorías y ganadora de los Premios 20Blogs. En 20minutos, además de contar historias de personas que como sociedad solemos ignorar, a través de Grandes Minorías, informo sobre discapacidad en Capaces.

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