La 'ONU' de la recarga de coches eléctricos está en Bilbao: Iberdrola pone a punto los dispositivos de fabricantes de todo el mundo

Puntos de recarga de coche eléctrico fabricados por distintas marcas en el departamento de 'Smart City' de lberdola en Larraskitu (Bilbao).
Puntos de recarga de coche eléctrico fabricados por distintas marcas en el departamento de 'Smart City' de lberdola en Larraskitu (Bilbao).
Iberdrola
Puntos de recarga de coche eléctrico fabricados por distintas marcas en el departamento de 'Smart City' de lberdola en Larraskitu (Bilbao).

Hasta el momento en el que el usuario de un vehículo eléctrico lo enchufa en un poste instalado en una gasolinera o un centro comercial o, los más afortunados, en el garaje de su casa, el camino que ha tenido que recorrer este dispositivo ha sido largo, desde su diseño y fabricación hasta su instalación y conexión a la red, para lo que todavía siguen pasando en España meses y hasta años. En medio de todo este proceso, muchos de estos puntos de recarga habrán pasado también por una etapa imprescindible si finalmente va a ser Iberdrola la que preste los servicios de mantenimiento y al cliente, su laboratorio de Movilidad Inteligente (Smart Movility) en las instalaciones de Larraskitu (Bilbao), al que acuden fabricantes de puntos de recarga de coches eléctricos de todo el mundo para que sus técnicos los testen y comprueben que su software y su diseño. Se trata de asegurar que el sistema cobra exactamente por la electricidad que carga en la batería del coche o que  que estos dispositivos son tan cómodos al uso como sea posible.

A las afueras de Bilbao y en un edificio contiguo al centro de innovación en redes eléctricas -Global Smart Grids Innovation Hub- de Iberdrola, en el laboratorio apenas cabe un punto de recarga más. Una mañana cualquiera del mes de mayo, ya no es tarea fácil andar entre los 30 modelos que encierra un local más grande de aquel con la "salita" en la que empezaron a dar en 2020 un servicio que está en plena "expansión", con la idea de anexionarse el local contiguo de este recinto a las afueras de Bilbao de Iberdrola, donde también se ubica el centro de control de las redes de distribución eléctrica de la región norte. 

Han sido enviados hasta allí por fabricantes españoles -de Vitoria o de Barcelona, por ejemplo- pero también de Eslovenia, Turquía, Francia, Holanda, Italia o Finlandia. Todos los han llevado hasta allí para que los técnicos de Iberdrola los testen y comprueben que sus software funcionan y que, dentro de todo lo posible, no darán problemas a los consumidores en el momento de que vayan a recargar la batería de su coche eléctrico. Son fabricantes con los que la eléctrica firma acuerdos marco para dar el servicio al cliente y el mantenimiento -al margen de que sea o no el distribuidor de la electricidad que terminará en el coche- y se asegura con esta inspección de que el punto de recarga funcionará.

"Cuando un punto de recarga nuevo sale a la calle, requiere varias revisiones" porque "los fabricantes suelen tener unos estándares e Iberdrola, otros", explica Iván Pagazaurtundua, el responsable de tecnología de Smart Mobility de Iberdrola, parte de la división de Smart Cities (Ciudades Inteligentes) para sacar todo el provecho de la electrificación y la digitalización en el uso de la energía, con un enfoque específico en el ámbito doméstico. "Nosotros somos más puntillosos", agrega rodeado de infraestructuras de recarga.

El origen de los principales fabricantes con lo que trabaja la compañía contratas con el país que en estos momentos es el líder indiscutible de la fabricación de coches eléctricos, China, que por lejanía y calidad no es el más recomendable para trabajar a distancia. "Hay mucho producto chino, cargadores con tres marcas de distintas partes. Si te vas a China y compras más barato, luego es complicado tener una red de mantenimiento en España", explica Pagazaurtundua.

Cobrar lo justo y comodidad

Para hacer estas comprobaciones, el fabricante envía a Iberdrola su punto de recarga y la versión del sistema informático que lo acompaña. Los técnicos pueden tardar semanas o meses en un proceso en comprobar que funciona la comunicación entre el cargador y el sistema y con la red. Si se detecta alguna anomalía o algo que no funciona se informa al fabricante, que reenvía una nueva versión. Así, hasta que Iberdrola considera que el dispositivo está preparado para pasar por la última fase, la de la prueba real, en la calle. Este tiempo no es nada comparado con los hasta dos años que se tarda en España en tener todos los papeles en regla para que un punto de recarga empiece a funcionar, una de las grandes trabajas que ve el sector a la implantación de la movilidad eléctrica.

Iberdrola se cerciora de que los puntos de recarga funcionen correctamente porque, mediante los acuerdos  los que llega con los fabricantes, es su nombre el que figura en ellos y es la eléctrica la que debe hacer el mantenimiento y dar el servicio a los clientes, que si quedan insatisfechos se quedan con su nombre. Por eso, hay veces que directamente el departamento de Smart Cities determina que un modelo determinado "no puede salir a la calle".

Pero no es solo una cuestión de imagen. Que un punto funcione quiere decir que cobra exactamente por la electricidad que carga, que es capaz de reanudar si se va a la luz en medio de la recarga o que puede leer correctamente las tarjetas en las que algunas empresas cargan el importe de cargar los coches eléctricos. "Si empiezas con una carga de 10 euros, te tiene que asegurar que [al coche] le llegan 10 euros", dice Pagazaurtundua de algo que en teoría es una obviedad pero que, en la práctica, "es uno de los chequeos más importantes que se hacen".

En Bilbao, además, no solo se trata de comprobar que el dispositivo es eficaz en sus funciones, también de "un proceso de mejora" en el que los técnicos de Iberdrola han ideado sistemas más ergonómicos de los puntos de recarga, con poleas que hacen que, por ejemplo, que el cable que hay que manipular pese poco, de modo que pueda utilizarlo igual un hombre de 30 años o una mujer de 60. También, han llegado a instalar amortiguadores de sonido para rebajar los decibelios que emiten estas máquinas. No sólo porque algunas marcas llegan emitiendo una cantidad de ruido muy superior a la permitida en una determinada ciudad. También porque, aunque no sea el caso, hay que ser conscientes de la molestia que puede suponer tener activo un dispositivo que hace ruido a las tres de la mañana cuando el coche se está cargando en el garaje de casa.

Más o menos rápido, más o menos caro

No solo son distintas las procedencias de los puntos de recarga que comprueba Iberdrola en Larraskitu. Dependiendo de dónde se vayan a instalar las especificidades técnicas cambian, no solo en sus dimensiones o formas, sino también en aspectos relacionados con la velocidad de la carga, donde no siempre es mejor ser el más rápido.

Es importante, por ejemplo, en un punto de recarga que se instale en una gasolinera -o 'electrolinera-, porque el usuario querrá que la carga sea lo más rápida posible, aunque de ese modo sea más caro. Pero no ocurre lo mismo si dejamos el coche a cargar en el parking de un centro comercial, donde en lugar de 15 minutos, estaremos una hora. Mucho menos, en los garajes de las casas o de los bloques de vecinos, donde el usuario dispondrá de toda la noche para hacer una recarga más lenta.

Esta cuestión hace también que el equipo sea distinto para un uso o para otro, sin olvidar "temas muy subjetivos", como que el ayuntamiento de un municipio determinado quiera instalar puntos de recarga fabricados por una empresa local, por ejemplo. Iberdrola no ve problema tampoco en eso, pero si va a encargarse del servicio y del mantenimiento -como los 6.500 que ya gestiona por toda España, más otros 6.000 en proceso de autorización-, tiene que dar el visto bueno en el laboratorio de Larraskitu. "Todo lo que usa Iberdrola tiene que pasar por aquí. No es que no nos fiemos de los fabricantes, pero son sistemas complejos", indica Pagazaurtundua.

Clara Pinar
Redactora '20minutos'

Actualmente cubro la información relacionada con energía, transición ecológica y transportes. Antes, también en 20 Minutos, me encargué de la cobertura sobre la crisis sanitaria por Covid y, previamente, de la información relacionada con Presidencia del Gobierno. Antes trabajé en la revista Tiempo y, en Bruselas, en las agencias Europa Press y Notimex y fui colaboradora de el periódico Levante-EMV, entre otros medios. Soy licenciada en Ciencias de la Información y postgrado en Información Internacional y Países del Sur por la Universidad Complutense. En 2021 terminé un Máster sobre Museología y Gestión de Museos de la Universidad a Distancia de Madrid (UDIMA).

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