La efeméride del vigésimo aniversario de la boda de los reyes Felipe VI y Letizia es una excelente ocasión para recordar y sobre todo para analizar lo que aquella ceremonia aportó a España. Además de los recuerdos sociales, es un buen momento para valorar lo que la monarquía ha significado para la convivencia entre los españoles, nunca fácil, y para la consolidación de una democracia que tanto había costado conseguir bajo la memoria de una guerra y una dictadura que dejaron medio millón de muertos para la historia.
Aunque cuando don Felipe accedió al trono ya la ansiada libertad se había logrado, gracias sin duda a la decisión de su padre, Juan Carlos I, no fueron pocos los problemas que se vinieron sucediendo, con enfrentamientos políticos nada edificantes, hasta una pandemia que marcó un final para muchas vidas junto una recuperación dura para los que consiguieron librarse de aquella amenaza colectiva. Entre tantos motivos para la alteración de la estabilidad como se sucedieron, siempre destacó la impecable imagen de serenidad y confianza del rey.
Felipe VI ha conseguido mantener muy clara la difícil gestión de un Estado en plena integración internacional, como miembro de las Naciones Unidas, la Unión Europea y la OTAN, y una transformación digital mientras algunos ciudadanos no entendían las ventajas de la unidad, con el respeto a las diferencias y la pretensión difícil de entender, que dividir a España les proporcionaría alguna ventaja.
Entre las veleidades e iniciativas polémicas de algunos políticos y sus partidos, el rey se convirtió en la garantía de un futuro para todos. Continúan existiendo personas que dudan de que la monarquía sea la mejor solución para la estabilidad institucional, pero la confianza que el rey se está ganando proporciona la mayor tranquilidad para los que desean la continuidad de un futuro en paz, desarrollo y progreso, con más igualdad y la contribución a la paz internacional, siempre amenazada.
Este aniversario destaca también por la aportación familiar de la sucesión, con una princesa heredera y una infanta, ambas bien preparadas para asumir las altas funciones a que están predestinadas. La princesa Leonor, comprometida con su dura formación militar, ya ha alcanzado la mayoría de edad y dado sobradas muestras de su capacidad y disponibilidad para ponerlas al servicio del Estado que representará. Ya se ha ganado la confianza de garantía de continuidad y estabilidad democrática.
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