Joaquim Coll Historiador y articulista
OPINIÓN

Europeos o europeístas

El Parlamento Europeo da luz verde al nuevo reglamento europeo de envases
Imagen de archivo del Parlamento Europeo
Europa Press
El Parlamento Europeo da luz verde al nuevo reglamento europeo de envases

La integración europea es un proyecto en construcción que, aunque a veces es utilizado como excusa por los políticos nacionales para externalizar sus responsabilidades, es casi imparable. Si hoy, por alguna razón, la UE implosionase, el caos se apoderaría de los Estados miembros y los ciudadanos sufriríamos devastadoras consecuencias. Por eso es absurdo que prestemos tanta importancia en la conversación pública a las trifulcas domésticas, nacionales o autonómicas, cuando lo importante pasa por Bruselas y nada realmente transformador es posible sin una lógica europea. Fíjense que en nuestro país estamos cogiendo el vicio de llevar a Europa (a la Comisión, a la Eurocámara o al Tribunal de Justicia de la UE) cualquier decisión conflictiva para que la valide, la repruebe, la suspenda o la anule. No lo duden, las elecciones más decisivas son las europeas, y tan equivocado es desentenderse como leerlas en clave nacional. Mirando al 9 de junio, toca discutir sobre Europa, no sobre Pedro Sánchez o Núñez Feijóo o los pactos en Cataluña.

Casi nadie en España duda de su condición de europeo, incluso con cierto orgullo por historia, cultura, desarrollo socioeconómico, etc. Pero esa es una condición pasiva, hoy lo que necesitamos es una conciencia europeísta que nos haga ser consecuentes con la cesión de soberanía que hemos hecho, y que después del brexit ya casi nadie replantea. Para los españoles, Europa nos brinda dos grandes lecciones a nivel institucional y político. La primera es que con cada momento de crisis, desde la creada por la salida del Reino Unido, hasta la guerra de Ucrania, pasando por la pandemia, se ha profundizado en la federalización. La arquitectura europea es complejísima, pues es una confederación de Veintisiete, pero al final se alcanzan acuerdos y paulatinamente se eliminan los bloqueos. La integración de todas las políticas es lenta, pero irreversible. El camino de Europa es el federalismo, aunque tal vez nunca se formalice como tal, pero a la práctica funcionaremos como una federación de Estados con un Parlamento con más competencias. Primera lección: no vayamos para atrás en España, no juguemos a la confederación de territorios, apostemos por el federalismo cooperativo.

El segundo elemento para la reflexión es que, pese a las enormes diferencias entre Estados, las grandes familias ideológicas (socialistas, conservadores y liberales) al final se ponen de acuerdo. La UE es sinónimo de negociación y pacto. El bloqueo es profundamente antieuropeo. Segunda lección: adoptemos en España esa filosofía y no caigamos en la tentación de polarizar la política europea. Y en cuanto a la ciudadanía, no vale solo con declararnos europeos, actuemos como europeístas, y liberémonos de nuestras pequeñeces. 

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