Plantar transgénicos es un lío burocrático en Euskadi, y nadie apuesta por ellos

  • Las trabas que pone Euskadi para cultivarlos disuaden a los agricultores.
  • Son obligatorios avales, innumerables permisos...
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Vizcaya está libre de productos transgénicos.
Vizcaya está libre de productos transgénicos.
20MINUTOS.ES
Vizcaya está libre de productos transgénicos.

Vizcaya sigue siendo territorio libre de transgénicos. Pese a que un decreto del Gobierno vasco permite desde hace cinco meses introducir cultivos alterados genéticamente, ningún agricultor en Vizcaya ha solicitado hacerlo a la Administración.

¿Por qué? Porque ese decreto contiene tantos trámites y trabas que resulta prácticamente imposible obtener un permiso para cultivar transgénicos. Cualquiera que intentara obtener un permiso para ello quedaría atrapado entre tanta burocracia.

Esa normativa fue aprobada por el anterior Gobierno Vasco (liderado por el PNV) cuando estaba en funciones. La propia Administración no tuvo empacho en admitir que ese decreto era obstruccionista a propósito.

Alguno dirá: «Pues si de verdad no quieren transgénicos, que lo prohíban». Ya, pero la Unión Europea prohíbe prohibir. Es decir, obliga a la Administración a que cree una normativa para poder plantar transgénicos.

Pongamos un ejemplo de estos trámites exasperantes: Para cultivar transgénicos es obligatorio el consentimiento de la Diputación. Pues bien, si alguien le solicita un permiso, el Ente Foral únicamente se lo concederá si obtiene el plácet de denominaciones de origen, asociaciones de agricultores, ayuntamientos, etc. Y a nadie se le escapa que estos agentes jamás darán su visto bueno.

Y otro ejemplo más: quien quiera plantar transgénicos deberá pagar un aval a la Diputación para que, en caso de que estos cultivos dañen cosechas colindantes, la víctima sea indemnizada.

¿Por qué ese miedo?

Los cultivos transgénicos contienen ciertas amenazas que aún no han sido despejadas. Estos productos están alterados genéticamente para lograr diversos beneficios, como que sean más grandes o más resistentes a las plagas.

La comunidad científica no se pone de acuerdo sobre si tienen efectos nocivos sobre la salud humana.

A esto se le suma otro problema. Las semillas transgénicas son propiedad privada. Esto supone que el agricultor debe pagar a una empresa cada vez que quiera hacer un nuevo cultivo. Muchos temen que el campesino salga perdiendo.

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