OPINIÓN

Esa Europa que soñamos

Bruselas bandera UE
Banderas de la UE en Bruselas.
Europa Press
Bruselas bandera UE

Los que no hemos recibido la gracia de la fe y caminamos con todo el peso de nuestras dudas a cuestas buscamos, a menudo, apoyo en lo que la grandeza del ser humano es capaz de construir. Buena parte de mi generación encontró en Europa uno de esos altares soñados tras la oscura noche de la España franquista y formar parte de tan anhelado proyecto político se incorporó como dogma a nuestro catecismo laico.

Treinta y ocho años después de nuestra entrada en ese selecto club de países con Estados fuertes, solidarios, con sistemas de protección social y seguridad jurídica, donde se trabajaba por la unidad europea como base de una paz y prosperidad duraderas nos reconocemos hoy despiertos de ensoñaciones y con más de una decepción a la espalda pero con la convicción de no hay alternativa con más luz que esta Unión Europea.

Es por eso que la campaña electoral en la que acabamos de volver a sumergirnos, la cuarta ya este año, tras gallegas, vascas y catalanas, no puede convocarnos al hastío. Más bien al contrario, este 9 de junio el proyecto europeo tan costosamente edificado podría dar un paso atrás de difícil retorno si las urnas dan un vuelco al europarlamento tal como pronostican muchos sondeos.

Por primera vez en la historia de Estrasburgo el trípode de conservadores, socialdemócratas y liberales sobre el que se asienta su parlamento desde hace décadas cambiaría en favor de las fuerzas de extrema derecha, que se convertirían en el tercer grupo. 

Meloni, Le Pen, Orban o Abascal, que hace pocos días jaleaban a Milei en Madrid y a su motosierra contra el Estado, no sólo defienden políticas excluyentes, xenófobas, clasistas y divisorias, sino que abjuran del mismo proyecto europeo como tal, aunque en los últimos tiempos hayan matizado su eurofobia cada vez que tienen cita con las urnas.

Recordemos los fondos europeos que están ayudando a la recuperación de nuestra economía, recordemos las vacunas compradas por Bruselas y distribuidas a cada país que nos salvaron de la pandemia, recordemos los obligados estándares de calidad industrial o alimentaria que han cambiado a nuestras empresas y nos permiten comprar tranquilos… Recordemos cada uno lo que prefiera. Pero no olvidemos lo que destruirían los que no creen en la UE. Yo, pese a todo, siempre tengo en la memoria la Europa que soñé.

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