Estamos ya en plena campaña de las elecciones al Parlamento Europeo. Aunque no lo parezca y por muy devaluado en competencias que esté el Parlamento que se elige, estas elecciones son importantes.
Y como ya estamos en campaña, vuelve el lobo, léase el mantra de “que viene la ultraderecha”, como muletilla de los socialistas para dar miedo y conseguir que les voten. La estrategia del miedo funciona.
No sé ustedes, pero este gacetillero todavía no ha oído a ningún líder de izquierdas, empezando por Pedro Sánchez y terminando por la revolucionaria mayor del reino, Yolanda Díaz, preguntarse y explicarnos por qué hay cada día más ciudadanos que votan formaciones políticas de la ultraderecha... ¿Será porque nos consideran bobos, inmaduros, ignorantes? ¿Por qué será? ¿Qué es lo que mueve a un obrero, por ejemplo, a votar a Abascal, a Meloni, a Le Pen, a Milei, a Trump? ¿Qué es lo que mueve a un inmigrante con derecho a voto a votar a un partido antiinmigración? No son respuestas fáciles, pero los partidos y líderes políticos tienen la obligación de intentar saberlo. Lo fácil e inapropiado, aunque les funcione, es quedarse satisfechos con el son unos “fachas”.
En este país, las preguntas molestan. Lo que se lleva son las cortinas de humo para desviar las miradas, como los cinco días de reflexión de Pedro Sánchez para evitar responder a preguntas incómodas sobre los “business days” de su mujer o la polémica con el presidente de Argentina o ahora el reconocimiento de Palestina. Sánchez no hace nada sin antes pensar en réditos electorales a expensas de quien sea.
No hay presupuestos y en 7 meses el Gobierno de Sánchez solo ha conseguido aprobar una ley: la de la amnistía, que es la que le permitió continuar en la Moncloa. Puigdemont tiene la llave. Faltan pocos días para saber qué ocurrirá en Cataluña, que a la vez decidirá si habrá o no nuevas elecciones generales y catalanas.
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