OPINIÓN

El filón internacional

El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, durante el debate sobre el "Balance de la Presidencia española del Consejo" en el Parlamento Europeo en Estrasburgo, Francia.
El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, durante un debate en el Parlamento Europeo en Estrasburgo (Francia).
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El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, durante el debate sobre el "Balance de la Presidencia española del Consejo" en el Parlamento Europeo en Estrasburgo, Francia.

Nadie podrá reprochar a Pedro Sánchez que intente focalizar su campaña para el 9 de junio en la política exterior. Está justificado: son elecciones europeas. Es cierto que pocas veces ha sido así, porque no hay proceso electoral en España –da igual su ámbito– que no suponga un examen para gobierno y oposición. Pero esta vez, como otras, el equipo de estrategia del presidente trabaja con su maestría habitual para centrar la discusión en aquellos asuntos de política exterior que movilizan a la izquierda y descolocan a la derecha. En elecciones anteriores, Sánchez llamó a los españoles a votar contra Abascal, como cara B del disco de Feijóo. Ahora, anima a los ciudadanos a votar contra Milei y contra Netanyahu, a quienes ha conseguido situar en el imaginario de su grey como los espectros a batir y, en consecuencia, como los faros que iluminan los destinos electorales de PP y Vox.

El regate funcionó parcialmente en las elecciones generales del 23 de julio: Sánchez perdió, pero fue investido. Es cierto que la investidura no asegura la legislatura, y los socios parlamentarios de Sánchez se lo han hecho ver en los seis meses que llevamos de mandato. Gobernar, en sentido estricto, el presidente ha podido gobernar poco. Ni siquiera se atrevió a presentar un proyecto de Presupuestos, porque estaba persuadido de que se los iban a tumbar sus propios amigos. La semana pasada, el PSOE perdió una votación y retiró una ley antes de perder por segunda vez. Sin embargo, si todo es como parece, este jueves la mayoría de la investidura se reunificará para aprobar la ley de amnistía que sostiene a Sánchez en el poder. Cabe preguntarse cuántas leyes más se aprobarán antes de que se disuelvan las Cortes.

Por el camino, Sánchez está concentrado en la tarea de engullir a Sumar, después de haber engullido a Podemos. El partido morado, que un día aspiró a dar el sorpaso al PSOE, suspira por no ser extraparlamentario en Europa. Y Yolanda Díaz lucha por sobrevivir al abrazo del oso que le da el presidente del Gobierno. Recoger un porcentaje relevante del voto de Sumar permitiría a Pedro Sánchez acercarse a una victoria el 9 de junio, o a una derrota por poco que Moncloa pudiera vender como una victoria, al estilo de lo que ya hizo en las elecciones generales del 23 de julio cuando perdió, pero organizó una fiesta en la sede socialista de Ferraz (el marketing en política es determinante).

Con este panorama, Sánchez cree haber encontrado un filón internacional de votos, que puede dejar de lado la impopularidad de la amnistía y la realidad de una mayoría parlamentaria que, de momento, está gripada. Pero ¿podrá la política exterior competir con los titulares sobre la esposa del presidente?

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