Miguel Ángel Aguilar Cronista parlamentario
OPINIÓN

Pedro I el doliente

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, interviene en la sesión de control al Ejecutivo este miércoles en el Congreso.
Sánchez interviene en la sesión de control al Ejecutivo este miércoles en el Congreso.
EFE/Mariscal
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, interviene en la sesión de control al Ejecutivo este miércoles en el Congreso.

Sesión de control al Gobierno en el Pleno del Congreso a primera hora del miércoles. Preguntas orales formuladas al Presidente, Pedro Sánchez, a la vicepresidenta primera y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, a la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, y al ministro para todo -de Presidencia, Relaciones con las Cortes y Justicia-, Félix Bolaños, que hubieron de ser presentadas a la Mesa de la Cámara con la anticipación exigida por el Reglamento en un plazo que garantiza su desenfoque, habida cuenta —como recordaba el inolvidado Carlos Luis Álvarez Cándido— de que “la actualidad tergiversa la realidad”. Para un testigo que siguiera el Pleno desde la Tribuna de Prensa el Gobierno de coalición progresista sigue sin comportarse en público con la mínima unidad exigible. Así, los coaligados de Sumar nada más concluir los Consejos de Ministros y Ministras salen a campo abierto a discrepar de cuanto haya sido aprobado sea cual fuere la materia de que se trate, lo mismo da que se refiera a la política exterior, de vivienda, de prostitución o de prestidigitación.

Pero sucede que son los acuerdos del Consejo los que se remiten a las Cortes que, al recibirlos, ordenan publicarlos en el Boletín Oficial de las Cámaras, ordenan que sean dictaminados por la Comisión legislativa correspondiente y proceden a la apertura del plazo de enmienda que corresponda. Es en ese momento cuando los socios parlamentarios que sumaron sus escaños para investir a Sánchez deciden si otorgar, y a qué precio, o negar, y con qué modales, su respaldo al proyecto de que se trate dejando en evidencia al presidente, sabedores como son de que nada les será reprochado, porque los reproches del sanchismo tienen un destinatario exclusivo: el malvado Partido Popular, incapaz de cumplir el más elemental de sus deberes: sumarse de manera irrestricta e inmediata a todo aquello para lo que Moncloa les requiera. De modo que cualquier objeción por dulce que pudiera ser pasaría a considerarse una insolencia inaceptable.

Pedro Sánchez está muy dolido y desde ese dolimiento se aferra a la asimetría. Proclama que de un lado están los que insultan, es decir, los del fango y la nada que sitúa en el Partido Popular al que identifica con la extrema derecha y del otro, los insultados, que él mismo encabeza. Pero ignora y no tiene en cuenta que, como expuso lord Mancroft , “un discurso es como una relación amorosa, cualquier imbécil puede comenzarla, pero hace falta un talento considerable para ponerle fin”. Escribe Sam Leith en su libro ¿Me hablas a mi?. La retórica de Aristóteles a Obama que cuando, a causa de las experiencias negativas y de la falta de ideas para el porvenir nos asusta tanto el pasado como el futuro, siempre podemos regodearnos en el presente de la retórica demostrativa y hallar algo que elogiar o deplorar y además hacerlo de tal manera que el espíritu tribal emerja. Es el momento del aplauso clamoroso reservado siempre para subrayar las frases más zafias. Vale.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento