Carmelo Encinas Columnista de '20minutos'
OPINIÓN

La Europa indeseable

Meloni y Von der Leyen, en Roma.
Giorgia Meloni y Ursula von der Leyen, en Roma.
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Meloni y Von der Leyen, en Roma.

De Europa se dice que pierde peso en el mundo y que su influencia internacional ya no es la que era. El auge de los tigres asiáticos, al que contribuyó la iniciativa de los emprendedores europeos, es cierto que ha ido desplazando al Pacífico el eje Atlántico con Estados Unidos restando protagonismo al Viejo Continente en la escena mundial. Europa tiene problemas, y no menores, pero continúa siendo el mejor lugar para vivir y el faro ético del mundo.

Los países que conforman la UE se mantienen en su conjunto como el gran referente democrático, de libertad, respeto a los derechos humanos y otros valores fundamentales como la igualdad, la solidaridad o el medioambiente. Aun habiendo excepciones y puntos negros en esa excelencia, Europa ostenta una autoridad moral que nunca deberíamos perder por el bien de quienes aquí habitamos y del resto del mundo.

No en vano, la Corte Penal Internacional, cuya Fiscalía ha emitido orden de arresto contra los terroristas de Hamás y contra Netanyahu, es un invento europeo y sus sentencias sobre la violación de los derechos humanos son respetadas por más de 120 países entre los que casualmente no están Rusia, China, Estados Unidos ni, por supuesto, Israel. Esa forma de entender la vida y la forma de vivirla corre el riesgo de ser aplastada por la ola creciente de populismo ultra. Las formaciones de la derecha extrema aspiran obtener en junio unos resultados electorales que les permitan situarse como tercera e incluso segunda fuerza en la Eurocámara hasta condicionar el gobierno de la UE.

El arranque de campaña tuvo su aquelarre en esa convención del Palacio de Vistalegre donde Vox reunió a la ultraderecha internacional con Javier Milei como estrella rutilante del populismo más descarnado. Al margen de las consecuencias que los insultos de Milei tuvieron para las relaciones entre Argentina y España, allí se dijeron cosas que revelan hasta qué punto sus recetas van contra el modo de vida que los europeos se han dado y al que muy pocos estarían dispuestos a renunciar. Lemas como "los impuestos son un robo" o "la justicia social es una aberración" aplaudidos allí con euforia nos llevan a imaginar un país sin educación pública gratuita o con hospitales donde solo son tratados los enfermos que lo puedan pagar.

Lo más preocupante es que decir tales barbaridades o emitir mensajes de odio puedan constituir un gancho electoral en lugar de espantar a quien los escucha. La consideración del adversario político como un enemigo a eliminar y no como un rival que opina diferente, así como el rechazo al inmigrante, son denominadores comunes de esa mezcolanza de organizaciones ultras. Hay, sin embargo, entre ellas profundas discrepancias como las que separan a los ultraconservadores atlantistas agrupados en los Conservadores y Reformistas del ECR y los tradicionalmente prorrusos que forman el ID, Identidad y Democracia.

Entre los primeros está Vox, los Fratelli de Meloni y el PiS que gobernó Polonia hasta el 2023, mientras que en el ID está la Liga de Salvini, el partido de Le Pen y, hasta hace poco, Alternativa para Alemania. La decisión de Le Pen y Salvini de romper con los alemanes, tras abogar su líder en favor de las SS de Hitler, puede unir a ambos grupos ultras en el Parlamento Europeo haciendo de bisagra el húngaro Orbán. La italiana Meloni será clave con su acercamiento a Von der Leyen y el intento de blanquearse bajando el tono en política fiscal y migratoria.

Con el fiasco del brexit escarmentaron en cabeza ajena y ya entre los ultras apenas se habla de salir de la UE, ahora prefieren gobernarla. Les une el afán por cambiar el modelo de valores que hizo de Europa un lugar deseable. Les une lo indeseable.

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