Mariano Gistaín Periodista y escritor
OPINIÓN

Pagar para que no vengan

Un barco de Salvamento Marítimo, ayudando a un cayuco subsahariano a llegar al puerto de Arguineguín.
Un barco de Salvamento Marítimo, ayudando a un cayuco subsahariano a llegar al puerto de Arguineguín.
Ángel Medina G.
Un barco de Salvamento Marítimo, ayudando a un cayuco subsahariano a llegar al puerto de Arguineguín.

Pagar a países tapón para que impidan el paso a los emigrantes, y para disuadirlos de volver a intentarlo.

La deportación masiva de inmigrantes decretada por Sunak en el Reino Unido queda en suspenso al convocar elecciones anticipadas. Casi nada aguanta en la volatilidad de las portadas, unos seis asuntos más o menos. Trump, culpable, lo que aumenta su popularidad: en esta franja del siglo la virtud inversa cotiza para polarizar.

China es el gran poder que va comprando todo a precios de ganga, Grecia, África, Sudamérica… Europa, trozos de USA, ¡y deuda pública de USA! La geoestrategia es la de siempre. Potencias que tienen dinero en sus múltiples modalidades compran barato, países sin recursos venden y se venden y se endeudan. Espirales entrelazadas como la doble hélice del ADN, el sacacorchos que nos lleva.

Miles de africanos que pretenden llegar a Europa son detenidos, cazados y trasladados a desiertos, justo el no lugar, ninguna parte, donde penan y mueren o suplican que los devuelvan a los países invivibles de los que querían huir. Con dinero de la Unión Europea y, aparte, además, con dinero de los países como España, que pagan para frenar esa invasión permanente y consienten los métodos brutales y los destierros al infierno.

El negocio con migrantes, como todos, se lo disputan los estados y las mafias, que en muchas casos son lo mismo o están tan entreverados que no se pueden separar ni distinguir. Todo desesperado quiere ir a Occidente, nadie a China, donde te pueden tratar como a un uigur, o como a un chino; no a Rusia y sus satélites. Todo desesperado quiere ir a Europa, USA; Canadá, Australia (tan lejos), los flecos desprestigiados de Occidente, que paga para que no le invadan.

Y esa locura por llegar a los primeros mundos es lo que sostiene el último resquicio del prestigio de Occidente, donde hay comida y espectáculos y trabajos precarísimos y no te matan siempre. Esa pulsión por llegar a los limbos de la democracia, por muy dañados que estén, es lo que la mantiene en pie. Su último crédito es la capacidad de atraer desesperados. Lo que queda es tanto.

Entonces, si China y sus periféricos quieren triunfar no sólo exportando coches o baterías o un millón de objetos made in ellos, si quieren triunfar en los corazones, tendrán que implantar una democracia fingida, un señuelo, una simulación de democracia. Y venderla en forma de cultura, vender esa falacia hasta hacerla apetecible. Pero la democracia es muy difícil de simular, quizá lo más difícil del mundo… Hasta las que son democracias de verdad están siempre en duda y en peligro.

Los partidos xenófobos los necesitan como materia prima, combustible inflamable

Hasta que los desesperados no quieran ir a un sitio no habrá triunfado de verdad. USA es el infierno, tanta gente viviendo en la calle, en furgonetas, tantas infraestructuras a punto de derrumbarse, tantos poderes en manos de corporaciones… que intentan simular o reproducir ese sistema tan imperfecto y tan endeble.

Pagar para que no vengan. Tratar a los migrantes como personas sería muy caro: burocracia, atención, dignidad. Tratarlos como cosas (cosas baratas, que hay cosas de lujo) es más barato. El asunto no aguanta en portada, el asunto es cómo expulsar a los que han entrado. Valor electoral de los inmigrantes, espoleta o detonante de pasiones, valor como chivos expiatorios. No lo mide el PIB, pero por un lado y por otro los migrantes crean riqueza. Los partidos xenófobos los necesitan como materia prima, combustible inflamable. Quizá la emigración, con todos los negocios que derivan de ella, tiene más productividad que ningún otro sector. 

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