Bb trickz, un fenómeno "postirónico" muy difícil de explicar

Bb Trickz en su concierto en La Paqui de Madrid
Bb Trickz en su concierto en La Paqui de Madrid
Israel Merino
Bb Trickz en su concierto en La Paqui de Madrid

Es complicado explicar que una sala mediana como La Paqui estuviera a rebosar para ver a una artista que no canta, no se mueve y no hace más que gestos prototípicos de pija; pero es todavía más difícil explicar, si es que lo primero se consigue, que el público lo diera todo y saliera encantado porque justo es eso lo que quería ver.

Bb trickz es un fenómeno peculiar. No es como Taylor Swift, Quevedo o Bad Bunny, fenómenos masivos, guste más o menos a los odiadores del género musical a tratar, cuyo éxito tiene una explicación relativamente sencilla – las melodías, el marketing, el trap latino –. Bb trickz es rara; es un fenómeno de nicho, diríamos, que ha conseguido salir del nicho para abrazar a todo un público sediento de una de las armas más poderosas de Internet: la postironía.

La Bb trickz, cuyo nombre real es Belize Kazi, es una artista hispano-canadiense de 24 años. De su vida se puede decir muy poco más, pues todos los apuntes biográficos que la rodean – que es hija de una adinerada familia de Barcelona o, incluso, un producto creado por la discográfica multinacional Virgin Music – es una macedonia de hechos que debemos suponer reales junto a mitos que se expanden por redes sociales, pero que ella no se molesta en desmentir porque de eso trata su película: de que hablen, aunque sea mal.

Hija de la provocación y el marketing viral más polémico, saltó a la palestra en 2023 con su sencillo Missionsuicida, un tema en el que, ataviada con una indumentaria que coloquialmente podríamos llamar “de cayetanos”, rapeaba en las calles de Barcelona junto a su grupo de amigas y presumía de que nadie podía meterse con ella, pues mandaba.

Tras explotar el TikTok con el videoclip del tema, que llegó a superar de largo el millón de visualizaciones en un puñado de horas, Bb trickz aprovechó la inercia polémica de todo aquello para sacar su primer EP, Trickstar, un compendio de pocas canciones firmado bajo el paraguas del sello Virgin Music.

A partir de ahí, las cosas fueron llegando muy rápido, pillando de improvisto a la gente. De repente, tocaba en festivales icónicos como el Coachella, en California, provocando espantosos tirones de pelos a todos los expertos musicales que no entendían cómo un fenómeno irónico de Internet, una burbuja de TikTok, podía cantar con un repertorio de escasamente diez canciones en uno de los festivales más reconocibles del mundo. También se especuló mucho tras su paso por La Resistencia, donde acudió con un fajo de billetes a provocar al espectador – esto no es nuevo, en todas las publicaciones en sus redes sale con ese mismo fajo –.

Quien la escuche de primeras debe pensar que no sabe seguir el ritmo de la canción, sin embargo, en eso se equivoca, pues apuesta por seguir una corriente conocida como Detroit Trap, subgénero musical cuya base consiste en rapear off-beat, rompiendo la canción y generando un sonido muy peculiar.

Con estos ingredientes sobre la mesa, Bb trickz daba este viernes su primer show en Madrid, en la sala La Paqui, frente a ochocientos personas que habían agotado tickets varios meses antes: ochocientas personas que habían pagado para ver a una artista provocadora, con un repertorio más bien escaso y un aúrea a su alrededor de producto creado por un memero de Reddit.

El éxito de esta artista, y el motivo por el que la sala se llenó, reside en lo que llamaríamos postironía, el siguiente paso lógico a la broma o la mofa. Aunque se puede obviar que hubiera fans genuinos que la siguieran desde el primer momento por gustarles sus letras, lo cierto es que la sala parecía una broma que había ido demasiado lejos.

En el concierto, que se encuadraba dentro de Sound Isidro, un ciclo de directos ofrecido por Vibra Mahou, Bb trickz subió a todas sus amigas al escenario – si se han desplazado desde Barcelona todas ellas, la artista debe tener un buen caché para permitirse pagar tantísimo alojamiento – y les dio casi el mismo protagonismo que a ella.

Desde el prisma más musicalmente objetivo posible, el show fue horrible; la artista salió con un chándal amarillo y un bolso, y se dedicó más a pasear por el escenario y hacer posturas que a cantar, actividad a la que no destinó ni un cuarto de todo el concierto, amén de que tuvo que repetir varias de sus canciones por su escasísimo repertorio; sin embargo, pocas veces he visto a un público tan entregado.

Abrigados entre los dieciocho y la treintena de edad, el público cantaba todas las canciones y disfrutaba con la sinceridad de la artista, quien había venido a demostrarles que era mucho mejor y más rica que ellos: esa es la postironía, llevar la broma demasiado lejos y que algo te acabe gustando en serio.

La gente coreaba todos y cada uno de los temas, gritaba fervorosa cuando Bb trickz hacía un gesto con las uñas y hacía vibrar la sala cuando movía un poco la cintura junto a sus amigas; se movía en el escenario como un ídolo raruno del Internet profundo – un ídolo sexualizado, sea dicho – o una lamparita de mesa que vibra mucho cuando hay un terremoto pequeño.

Bb trickz durante su concierto en La Paqui de Madrid
Bb trickz durante su concierto en La Paqui de Madrid
Israel Merino

Es obvio que la postironía no lo es todo, pues las letras de Bbtrick pueden atraparte – en su justa medida – por referenciar problemas adolescentes y retrotraerte a cuando ibas al instituto y solo te preocupabas de las novias y los novios; también es cierto que su repercusión digital es una burbuja inflada por medios y tuiteros, pues apenas es capaz de llenar una sala de 800 personas acumulando más de 4 millones de oyentes mensuales en Spotify (artistas “normales” con esas cifras superan fácilmente el aforo de La Riviera y podrían plantearse llenar plazas como Vistalegre o incluso el Wizink).

El caso es que muchos fueron por la broma, por la pura risa, y acabaron dándolo todo. Quizá ahí es ahí donde reside su éxito. 

Colaborador '20minutos'

Periodista cultural, columnista, repotero y lo que surja; ha colaborado con una docena de periódicos y radios. Centenial que intenta explicar el centenialismo. Autor de 'Más allá de la noche' (Akal Ediciones, 2022)

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