Francisco Gan Pampols Teniente general retirado
OPINIÓN

Un mundo convulso a la búsqueda de Shangri-La

El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, invitó este domingo en Singapur a los líderes de la región de Asia-Pacífico para que participen en la cumbre mundial para la paz de Suiza
El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, invitó este domingo en Singapur a los líderes de la región de Asia-Pacífico para que participen en la cumbre mundial para la paz de Suiza
EFE/SHINTARO TAY/THE STRAITS TIMES
El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, invitó este domingo en Singapur a los líderes de la región de Asia-Pacífico para que participen en la cumbre mundial para la paz de Suiza

Horizontes perdidos es el título de una novela que me impactó en la adolescencia y me hizo soñar con un mundo mágico y lejano. Su primera edición se publicó por James Hilton, su autor, en 1933. Después de algunas dificultades iniciales se convirtió en un éxito de ventas, y en 1937 con el mismo título fue llevada al cine por el director Frank Capra; otra obra maestra para la posteridad. Aparece en la novela una lamasería, Shangri-La, que es una especie de paraíso en la tierra cuyo gran lama gobierna benévolamente un valle perdido e inaccesible en el Himalaya donde la longevidad está garantizada y es la armonía, consecuencia de la moderación, la clave de una buena y larga vida.

El Diálogo de Shangri-La, como se conoce coloquialmente a la Cumbre de Seguridad Asiática (en inglés IISS Asia Security Summit: The Shangri-La Dialogue), es una conferencia de seguridad intergubernamental que se celebra anualmente en Singapur desde 2002 y que está organizada por el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS) de Londres. A este foro asisten regularmente los más altos responsables de seguridad y defensa de la mayoría de los Estados de Asia-Pacífico. Como curiosidad, el nombre del foro deriva del Hotel Shangri-La en Singapur y, si pensamos en armonía y moderación como las claves de la convivencia y la distensión, ciertamente estaría bien elegido.

El Diálogo Shangri-La es el foro anual de seguridad más importante de Asia, así lo pone de manifiesto la primera reunión desde 2022 entre el secretario de Defensa de Estados Unidos Lloyd Austin y el ministro de Defensa de la República Popular China Dong Fun. Conviene recordar que se interrumpieron las relaciones entre ambos departamentos a raíz de la visita oficial de Nanci Pelosi, la presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, a Taiwán. 

De la declaración de Austin un día después, cabe destacar su afirmación sobre que la guerra con China no era inminente ni inevitable, pese a la creciente escalada de tensiones en la región Asia-Pacífico; resaltó la importancia de reanudar el diálogo con su homólogo en Beijing para evitar "errores de cálculo y malos entendidos". A renglón seguido, afirmó que se abre una nueva "era de seguridad" en Asia-Pacífico con el fortalecimiento de relaciones bilaterales y multilaterales con distintos países de la zona (Filipinas, Australia, Vietnam…); debe ser por el orientalismo de la reunión pero bien parece una combinación de ying y yang en el mismo relato.

El trasfondo de todo lo que vemos e intuimos es, creo, evidente. Una potencia hegemónica, con intereses globales y permanentes, hace valer su poder (duro y blando) para mantener el statu quo. Otra potencia global emergente cuestiona el derecho y la oportunidad a la hegemónica para seguir dictando las normas que le benefician a él y perjudican a sus adversarios. Sobre ese núcleo central de enfrentamiento potencial se construyen distintas capas, relatos, por uno y otro lado: militares, culturales, políticos, sociales, religiosos… pero lo que subyace siempre es el ejercicio del poder, su preservación y capacidad de proyección para garantizar la supervivencia y la predominancia del más fuerte.

A ese foro Asia Pacífico ha sido invitado el presidente de Ucrania, Volodomir Zelenski, que intervino ante el plenario de los representantes asistentes. En unas declaraciones posteriores a los medios de comunicación acusó a la República Popular China de "esforzarse por impedir la asistencia de otros países a la cumbre de paz" que se celebrará en Lucerna (Suiza) los días 15 y 16 de junio. 

Zelenski afirmó que más de 100 países y organizaciones participarán, y pidió a los Estados de Asia-Pacífico que acudan al encuentro. El presidente chino Xi Jinping confirmó su no asistencia y el presidente americano aún no se ha pronunciado al respecto, aunque lo más probable es que no asista por continuar en campaña y tener otras prioridades más acuciantes relacionadas con el conflicto en Gaza y el impacto sobre sus votantes.

Conviene recordar que la Federación Rusa no está invitada a esa conferencia de paz, lo que no deja de ser un contrasentido siendo que Ucrania y Rusia siguen en guerra y si hay que buscar una solución, siquiera temporal, debe contar con la conformidad de ambos. Que el presidente Zelenski se esfuerce por aislar a Rusia y conseguir su condena por el mayor número de países no obsta para que actúe racionalmente y en lugar de impedir su presencia busque apoyos para que esta se acabe produciendo. Lo contrario carece de lógica y parece condenado a la irrelevancia.

Sin caer en relatos pesimistas, los conflictos no se resuelven únicamente con buena voluntad y labores de mediación. El realismo es el ingrediente principal en el análisis de las expectativas 'racionales' de unos y otros, y una práctica indispensable para los estadistas responsables. Desgraciadamente, no existe ese Shangri-La donde la armonía y la moderación aplicada a los deseos y las pulsiones políticas puedan tomar cuerpo y resolver los conflictos más enconados de forma pacífica y mutuamente satisfactoria. Hay que saber modular lo que se quiere en función de lo que se puede conseguir. El maximalismo en una mesa de negociación o en su antesala lo único que consigue es enconar el conflicto y aumentar la letalidad de sus consecuencias.

En el ámbito polemológico mundial no estamos en una situación que permita entrever un final próximo a los actuales conflictos. Tampoco parece que exista una clara voluntad de (re)construir un orden internacional basado en normas que sea capaz de acoger a aquellos países que no formaron parte de su diseño y que lo perciben como un artefacto imperialista y perjudicial. Y no vale aquí la simplificación argumental de la defensa de los valores universales porque hay quien no los tiene, quien directamente no los comparte y los rechaza, o quien ve que el rasero que se aplica por unos y otros a distintos conflictos depende de cada cual.

Si hay futuro, y creo que lo hay, será porque sabremos construir un nuevo escenario. Y en esa construcción habrá que moderar ambiciones, alcanzar acuerdos y facilitar el desarrollo a todos aquellos que se están quedando atrás. Caso contrario, germinará un rechazo creciente a los más nobles principios que solo se aplican en aquellos entornos que pueden sostenerlos económicamente, aunque para ello exploten a quienes no forman parte de su proyecto.

Ser potencia global significa mucho más que obtener beneficios directos del poder, significa ser capaz de ordenar la convivencia, promover el orden y facilitar el desarrollo de todos. Puede que Shangri-La no exista, pero eso no significa que dejemos de intentar encontrarlo o crearlo.

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