OPINIÓN

No, no todo el mundo debería ir al psicólogo

Un estudio realizado en 2008 mostró que las duchas de agua fría alivia los síntomas de la depresión debido a que activa el sistema nervioso simpático y aumenta la noradrenalina.
La depresión
Pixabay/geralt
Un estudio realizado en 2008 mostró que las duchas de agua fría alivia los síntomas de la depresión debido a que activa el sistema nervioso simpático y aumenta la noradrenalina.

Hace dos décadas me licencié en Psicología, después de pasarme cinco años de universidad justificándome con un montón de gente que me decía que "eso no vale para nada". A mí me valió para aprender millones de cosas y darme cuenta de que quería dedicarme a otra cosa, pero el caso es que veo el respeto del que goza la profesión hoy en día y flipo. Las redes sociales han obrado el milagro popularizando el concepto de salud mental, ese bienestar psicológico individual sobre el que el conjunto de la sociedad tiene responsabilidad. Gracias a Instagram ir a terapia ha dejado de ser un tabú, aunque la salud mental se ha banalizado a saco.

Sufrir ansiedad y compartirlo en redes puede ser canjeable por likes. Se lo han enseñado a un montón de jóvenes, principales víctimas de la terapia mal entendida, un montón de influencers y famosos que no saben lo que es el DSM-5 (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders), pero son expertos en capitalizar la salud mental. Proclaman que todo el mundo debería ir al psicólogo igual que se va a la peluquería, aunque solo estés pasando un bajón por enfrentarte a uno de los millones de problemas normales de la vida. Se va al psicólogo como antes se iba al cura, a que te mande tres padres nuestros en forma de ejercicios de respiración y te exima de responsabilidad.

Vivimos en una sociedad inmadura que nos ha hecho expertos en tirar balones fuera. Supuestos daños en la salud mental pueden ser la excusa perfecta para no asumir responsabilidades ni entonar el mea culpa, sobre todo para los que van a esos psicólogos que repiten mucho lo de "piensa en ti". Mira que hay corrientes interesantes en la ciencia de la mente, pero en la era del capitalismo lo ha petado la de las frases vacías y el cheque en blanco al egoísmo.

En frivolizar la psicología también ha colaborado la política de la izquierda identitaria. Ha puesto la mente en primer plano al tratar de convencer de que cualquier palo en la rueda que encontremos, para empezar, es político y, para continuar, puede poner en riesgo la salud mental. Sus seguidores, fans de la corrección woke, colocan la terapia como prueba de pureza psicológica de las personas. Se ha pasado de sospechar del que iba al psicólogo a mirar con desconfianza al que no lo hace…

Vivimos en una sociedad inmadura que nos ha hecho expertos en tirar balones fuera

Si todo es salud mental, al final, nada lo es. No debería banalizarse en un país como España, en el que un 34% de la población sufre algún trastorno mental y el suicidio es la principal causa de muerte en los jóvenes. Los ya escasos recursos públicos para el tratamiento psicológico pueden acabar más colapsados por esta moda. Que hay gente que exige sesiones de terapia por una discusión en el trabajo igual que los que van a urgencias porque se han cortado pelando patatas. La salud mental es una responsabilidad social, pero saber que en la vida se tienen problemas que no dependen de ella es una responsabilidad individual. Y adulta.

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